El tiempo detenido de Guadix
Las viviendas trogloditas conviven con la imponente presencia de su catedral
Cuando el tren empieza a verse rodeado de montañas rojizas, que parecen haber sido cortadas como un cañón, el tiempo se congela y el viajero comienza a tener la certeza de que se adentra en una tierra primigenia, que fue poblada desde la prehistoria más antigua. Desde la estación de Guadix (Granada) hay un largo paseo hasta el centro de la localidad, que se divisa al fondo de una gran avenida con su majestuosa catedral como protagonista. El paisaje está poblado de arboledas de álamos que inundan una ciudad milenaria con un riquísimo patrimonio monumental.
La ciudad de Pedro Antonio de Alarcón, a quien recuerda un busto en el parque frente a la catedral, no ha perdido el esplendor que la convirtió en una de las más importantes capitales de España, aunque sí que ha ido viendo disminuir su fama, agazapada como ciudad de provincias, manteniendo su obispado a duras penas. Sin embargo, ese desconocimiento de la comarca, también ha servido para defender su singularidad.
En La Calahorra, el castillo del siglo XVI es una de las joyas de la provincia
El cráter de la antigua mina de hierro de Alquife es ahora un lago
En la comarca de Guadix, el visitante tiene la sensación de que en un día puede desplazarse de un lugar a otro del planeta. Para hacerlo posible, el mejor plan es instalarse en una de las muchas casas cueva que han sido acondicionadas como hoteles en la zona de Purullena, conocida como la ciudad troglodita, y que en verano no pasa de los 25 grados gracias a las colinas de piedra.
Pero sin duda, la joya de Guadix es su catedral, que todo lo domina desde la altura. Dedicada a la virgen de la Encarnación, su construcción se inició en el siglo XVI y no fue terminada hasta el XVIII. De estilo barroco, su planta es renacentista. Fue encargada a Diego de Siloé, por lo que recuerda a las catedrales de Granada y de Málaga, si bien esta ubicada en un solar muy abierto, lo que le confiere gran espectacularidad.
Como curiosidad, quien visite Guadix puede acudir a su cementerio, en el que viven los hermanos Fosores, cuatro frailes que se dedican a mantenerlo limpio y a cavar alguna fosa de vez en cuando mientras rezan por quienes allí han dejado sus restos para siempre.
A unos diez minutos en coche del centro de Guadix se encuentra La Calahorra, una de esas localidades casi olvidadas con un serio problema demográfico, de las muchas que hay en la región. Sus calles casi vacías recuerdan a otra época y su singular castillo es el testigo de otro tiempo. El castillo de La Calahorra se alza sobre una colina de 1.250 metros y fue uno de los primeros edificios de estilo renacentista de toda la arquitectura civil española. Construido en 1509, es una de las joyas culturales de la provincia de Granada, si bien suele estar fuera de los itinerarios de viajes. Como Guadix, ha quedado en un rincón del planeta en el que se tomaron decisiones que afectaron a buena parte del país en el siglo XVI pero en el que el aire parece hablar ahora con historias antiguas, con un rojizo de mina abandonada.
A tres kilómetros de La Calahorra se encuentra Alquife. Hace 20 años era uno de los lugares más ricos de Andalucía. Ahora, un puñado de habitantes sobrevive de la agricultura y poco más. Unas gigantescas minas de hierro, hoy abandonadas, dieron prosperidad a la región durante décadas. El tiempo se ha detenido en su iglesia abandonada, en lo que un día fue su escuela... También en las bocas de la mina, que se adentran en las profundidades con preocupación y misterio. Allí, en lo que debió de ser el centro de su riqueza, hay un gran cráter que con la lluvia se ha convertido en un lago. En él, durante el invierno, puede verse la silueta de Sierra Nevada, que desde su cara más extraña se muestra más serena, con la tranquilidad de ver pasar el tiempo, como si no tuviese importancia ninguna.
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