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Reportaje:Retratos de Xurxo Lobato | GALLEGOS EN LA ESCALERA

Óscar Pereiro, la huella gallega en el Tour

Me han pedido que escriba sobre Óscar Pereiro, el único gallego que puede mostrarle a su hijo su maillot amarillo del Tour de Francia, y la primera sensación que me ha venido a la cabeza ha sido la gloria deslumbrante que producen las victorias. Aunque sean reconocidas con años de retraso, sin la foto enmarcada en el Arco del Triunfo de París ni la corona de laureles colgando de tu cuello. Las victorias de cualquier naturaleza, públicas y notorias o esas otras de consumo propio, siempre que cumplan el indispensable requisito que te deja un buen sabor de boca a lo largo de tu existencia: haber practicado el juego limpio.

Pero yo he tenido la suerte de conocer al Óscar Pereiro que nos ha hecho levantarnos de nuestras butacas tantos meses de julio enganchados a la tele, y al Óscar Pereiro de carne y hueso, hecho de esa materia que diferencia a los héroes auténticos de los héroes de pacotilla mediática: una fusión entre la humildad, el afán de superación y el esfuerzo sostenido. Y esa es la fórmula mágica que más me intriga cuando pienso en Óscar.

Óscar es para mí un paradigma de la humildad, del afán de superación y del esfuerzo, como cimientos de una cultura que empieza a ser la excepción que confirma la regla en España y en Galicia. Creo, con absoluta convicción, que la asignatura pendiente de nuestros hijos y de nuestros nietos, a los que hemos convertido en mirones de éxitos, no consiste en lo que ven por la tele: un ciclista subiendo al cajón más alto del podio de París, un tenista levantando 10 trofeos de Grand Slam o un futbolista marcando el gol que ha proporcionado el primer Mundial de la historia de España. Lo que debería ser materia obligatoria en cualquier plan de educación, son los anónimos día a día de nuestros Nadales, de nuestros Iniestas, de nuestros Óscar en busca de sus respectivos sueños que se han ido forjando en la soledad de las canchas, de los terrenos de juego, de las carreteras, sin luz, sin taquígrafos, sin cámaras y sin la recompensa del aplauso de los espectadores.

Hay una inteligencia innata en la inmensa mayoría de los grandes deportistas que he conocido. Es la inteligencia que les permite encajar todas sus piezas psicológicas y físicas para alcanzar su sueño. Puede que hayan tenido suerte, pero han puesto mucho de su parte para encontrarla. Puede que Óscar sea un superdotado físico, pero si el cerebro fuese un músculo estoy segura de que sería el más desarrollado de su cuerpo. Es lo que le ha permitido dar las pedaladas oportunas en el momento adecuado de su vida: ganar un Tour de Francia, dejar su huella en el deporte mundial, crear una Fundación para encauzar sueños deportivos de chiquillos, hacer el bien por donde pasa y calzarse con tanta ilusión ese par de botas con las que practica el fútbol en el Coruxo.

Cuando he podido conocerle en persona, he disfrutado tanto o más comprobando lo que es capaz de hacer con su mente, lo que piensa sobre la humanidad y su permanente inquietud por averiguar quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.

He aprendido mucho de ese gallego que pedalea en la vida con los pies y con la cabeza. ¡Gracias, Óscar!

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Óscar Pereiro, con su bicicleta en una escalera del parque de O Castro, en Vigo.
Óscar Pereiro, con su bicicleta en una escalera del parque de O Castro, en Vigo.XURXO LOBATO

Peldaños

- Nació en Mos en 1977. Tras competir como ciclista aficionado en Galicia,

da el salto al profesionalismo en Portugal con el equipo Porta da Ravessa.

- En 2002, Álvaro Pino le ficha para un nuevo equipo creado con capital suizo, el Phonak. Allí empieza a brillar en el panorama internacional y se ha hace una figura conocida en el Tour.

- En 2005 crea la Fundación Óscar Pereiro.

- Finaliza segundo en el Tour de 2006 tras haber portado el maillot amarillo durante algunas jornadas. Pero el vencedor, Floyd Landis, es descalificado por dopaje y Pereiro se alza con el triunfo.

- En 2008 el Gobierno le concede la Real Orden al Merito Deportivo. En 201o se retira del cicilismo y se pasa al fútbol en las filas del Coruxo.

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