_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sesgado canon del jazz

Reunir las mejores interpretaciones en la historia del jazz constituye una legítima aspiración que el aficionado viene procurando satisfacer de acuerdo con sus posibilidades y conocimiento de la materia. En realidad, cualquiera puede hacerlo en su propia casa. Por la red de redes circulan numerosas listas de "los cien mejores temas de jazz", algunas altamente pintorescas. Comparadas con la mayoría de éstas, la antología en seis cedés del Instituto Smithsoniano de Washington resulta un punto más fiable por venir de donde viene y estar avalada por un comité de expertos seleccionado para la ocasión. Se nos dice que las 111 interpretaciones seleccionadas entre 1917 y 2003 son el fruto de un intenso debate de cuyo detalle se da cuenta en el libro que acompaña la edición, por si alguien lo dudaba. Un debate, se nos aclara, que ha sido ajeno a los intereses de las marcas, algo que resulta de una obviedad insultante desde el punto de vista europeo, pero no tanto teniendo en cuenta el país de origen de la edición. Si acaso, la presente antología aparece como un auto de afirmación de la "americanidad" del jazz, la "gran invención musical americana", según se insiste machaconamente en el texto, en unos tiempos en que los jazzistas de Europa, Asia y Latinoamérica se disputan la primacía con sus colegas norteamericanos por los puestos de vanguardia.

Si Europa es una potencia de primer orden en cuanto tiene que ver con la música de jazz, su contribución en la presente antología se ve limitada a un único desconcertante corte final, protagonizado por el trompetista polaco Tomasz Stanko. Antes que él, únicamente, los inevitables Django Reindhart y Stephane Grappelli con el Quinteto del Hot-Club de Francia, y el también francés Martial Solal, al que puede escucharse en un excelente pero escasamente representativo corte, junto al saxofonista Johnny Griffin. Un balance tan magro como políticamente correcto, tanto más sospechoso cuanto que detrás del asunto se esconde el no disimulado deseo por parte de los padres de la criatura de actualizar el canon de referencia que estableciera Martin Williams en 1973, con la primera y muy polémica edición de la antología. Un canon que han seguido muchos de quienes escriben sobre jazz a costa de hacer oídos sordos a la opinión de los propios músicos. Al fin y al cabo, todos los aficionados tenemos nuestra propia selección en la cabeza y ni la de Williams ni ninguna otra podrán colmar nunca nuestras expectativas. Contando con ello, hay momentos en que resulta arduo adentrarse en las razones que han movido a los responsables del asunto. Así, a las clamorosas ausencias de Benny Carter, Carmen McRae, Eric Dolphy o Don Cherry se unen otras presencias difícilmente justificables. Por extensión, limitar la aportación de un gigante del jazz como Lee Konitz a su participación en la orquesta Birth of the Cool resulta, sencillamente, ofensivo. Si a uno se le hace difícil concebir una selección de las mejores grabaciones de la historia en la que no estén incluidas Diminuendo and crescendo in blue, de Duke Ellington, o Round Midnight, de Thelonious Monk, no es menos cierto que, con lo que hay, el oyente tiene suficientes obras maestras para satisfacer su apetito de jazz durante una temporada larga. El balance, en su conjunto, resulta positivo: estamos sin duda ante la mejor puerta de embarque para todo aquel que pretenda adentrarse en las procelosas aguas del jazz, su historia y sus grabaciones de referencia.

Jazz: the Smithsonian Anthology. Editado por Smithsonian Folkways Recordings (Karonte).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_