El toreo, en helicóptero
Manuel Jesús El Cid hizo el paseíllo con presteza; pidió permiso para lidiar en primer y cuarto lugares, cuando le correspondía hacerlo en segundo y quinto; salió de la plaza corriendo en cuanto acabó su labor, y en la puerta le esperaba la policía local, que lo escoltó hasta la ciudad deportiva del Recreativo de Huelva, donde tenía una cita con un particular coche de cuadrillas, en forma de helicóptero. Ascendió a las alturas, y se marchó a todo correr hacia El Puerto de Santa María, en cuya plaza estaba anunciado a las once de la noche.
¡Qué locura! ¡Qué extraño resulta ver a El Cid metido en estos berenjenales! ¿Qué necesidad hay de batir marca alguna? ¿No es aserto aceptado que el toreo es parsimonia, lentitud, templanza...? Cualquiera, no exento de razón y de cierta malicia, podría aplicar a El Cid aquello de las prisas, para los delincuentes y los malos toreros.
PEREDA / EL CID, EL CORDOBÉS, EL FANDI
Toros de José Luis Pereda, desiguales de presentación, blandos, descastados y nobles.
El Cid: media y descabello (ovación); estocada baja (oreja).
El Cordobés: casi entera baja (oreja); pinchazo y estocada baja (ovación).
El Fandi: casi entera baja (ovación); estocada baja _aviso_ (dos orejas).
Plaza de Huelva. 5 de agosto. Feria de las Colombinas. Tres cuartos de plaza.
El Cordobés necesita un cursillo de reciclaje para aprender lo olvidado Orejas de verbena para una terna que está en horas muy bajas
Éste no es el caso, pues este hombre ha demostrado cabalmente su clase y su categoría. Pero, precisamente por su categoría, resulta inexplicable que se preste a estas anécdotas que tienen más aspectos circenses que toreros.
Quizá debiera preocuparse menos de las marcas, y prestar más atención al tipo de toro que lidió en la plaza de Huelva. Manejó el capote y la muleta con su soltura habitual, trazó alguna verónica aceptable y buenos derechazos y naturales, pero no interesó prácticamente nada. Su primero no era un toro, sino un perrito faldero, y tan dócil como un animal de compañía. Y los perritos, ya se sabe, no dicen nada cuando embisten. Toda su labor resultó ser, por tanto, una simple caricatura. Más y mejor se empleó en el cuarto, pero tampoco consiguió emocionar, aunque se le concedió una oreja ¿? después de una estocada descaradamente baja.
Por cierto, prisa tenía un montón; tanto es así que él y su cuadrilla dieron la vuelta al ruedo con el capote de paseo en las manos, no se despidió ni de sus compañeros y salió pitando. Pues El Cid debe saber que el público merece un respeto, y la autoridad nunca debió permitirle que se ausentara de la plaza antes de que finalizara la corrida. En fin, la liturgia hace tiempo que se perdió. Y no digamos el respeto al respetable.
Nos quedamos solos con El Cordobés y El Fandi, y ambos componen otra historia del toreo. Son un caso aparte. Tienen sus seguidores, muchos, pero no resisten un análisis taurino mínimamente serio. Manuel Díaz necesita un cursillo de reciclaje para que vuelva a aprender lo olvidado. Con lo bien que toreaba este hombre en sus inicios y lo que ha perdido con los años. Maneja los engaños sin gracia alguna, en contra de toda la técnica conocida, por lo que su actuación fue un cúmulo de despropósitos. Abusa del pico, cita fuera de cacho, desplaza la embestida, torea despegado... Un horror. Hasta el salto de la rana le salió mal. Le concedieron una inexplicable oreja en su primero, y no fue capaz de remontar el desaguisado en el quinto.
Y El Fandi no le anduvo a la zaga. Se alivió una barbaridad en el tercio de banderillas, y todos los pares los puso a toro pasado, sin asomarse al balcón ni una sola vez. Inédito con el capote, y vulgar hasta la extenuación con la muleta. A su buen primer toro lo desaprovechó por completo, y toda su actuación transcurrió entre las más abrumadora indiferencia. A pesar de todo, el presidente se ganó una bronca de aúpa por no conceder la oreja que muchos solicitaron. Inexplicable, pero cierto. Mejor con el capote en el sexto, y bueno el segundo par, cuando el toro le apretó de verdad. Muleta en mano, el reino de la nada. Nada que llevarse a la boca como un buen sabor. Muchos pases insulsos, indiferencia total... Y dos orejas. Ver para creer,
Se supone que El Cid llegó con bien a su destino, y contento quedaría con su gesta. ¿Y el toreo? El toreo, en helicóptero...
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