Pez mortal en Seúl
Seúl le parecía un lugar muy exótico al arquitecto y guionista argentino Andrés Duprat, escritor de El hombre de al lado, estrenada en los cines la semana pasada. Entre los rascacielos y los mercadillos de la capital de Corea del Sur quiso probar el venenoso pez globo.
¿Qué ve un arquitecto en Seúl?
Hay una mezcla arquitectónica muy ecléctica. Los rascacielos de multinacionales dominan la ciudad, pero de repente aparecen pequeñas islas donde sobrevive la arquitectura original.
Fue capital del diseño en 2010, pero suena a nuevo rico...
El feísmo de las grandes estructuras comparte espacio con ejemplos de un urbanismo refinadísimo. Un ejemplo: la remodelación de las riberas del Cheonggyecheon, un canal que vierte al río Han, donde han hecho un jardín muy oriental.
¿Invita a la reflexión?
Es un espacio muy relajante, no dejan fumar ni hacer nada... solo pasear y reflexionar. Yo pensaba en un pitillo y en la comida.
¿Por qué esa afición por el tóxico pez globo?
En mis viajes suelo ser muy gastronómico y los platos allí son superlativos. El fugu es japonés, en la zona se le llama bok y también es muy popular.
¿Se arriesgó a probarlo?
Es tan venenoso que los cocineros son como cirujanos, se forman durante tres años antes de poder cocinarlo. Si no cortan la parte adecuada, morís. Ir a un restaurante especializado es carísimo; yo me conformé con tomar bulgogi (carne a la brasa).
Iba más en plan low cost...
Soy más de mercados que de boutiques. En los mercadillos de Corea del Sur encuentras todo tipo de cosas; son de marcas trucha, pero idénticas al original.
¿Qué tal calcula en wones?
Hay que regatear y no me gusta nada hacerlo. Me trajeron una calculadora donde íbamos poniendo números hasta llegar a un acuerdo. Sufrí, pero quería comprar unas zapatillas a mi hijo y unos cactus.
¿Cactus?
Siempre que viajo compro uno. Está prohibido transportarlos, pero yo los busco chiquitos y tengo una técnica.
¿Nos la dice?
Mmm... Los envuelvo en servilletas y los meto en los zapatos. Me traje muy buenos cactus de Corea; pero de España no me llevo ninguno, ¡eh!.
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