Solidaridad con Noruega
Cristales rotos en mil pedazos, coches calcinados, concentración de ambulancias, fuego en las ventanas, líneas telefónicas colapsadas, terror en las esquinas, gente huyendo despavorida hacia cualquier lugar lejos del estruendoso silencio. Llamadas perdidas que se acumulan en los terminales como lo hacen los interrogantes en todo aquel que se pregunta el porqué de salir a la calle y no encontrar de pronto razones para haberlo hecho.
Manos y pies aletargados como la razón, corazones encogidos, gritos de efecto retardado, rencores que afloran como disparos, dudas que asaltan hasta el total desconcierto.
Noruega tiene un olor a pólvora, a caucho y diésel en las aceras. Y no cabe ya más dolor, ni hay consuelo que valga.
Hoy salen de Madrid en dirección a Oslo trenes de traqueteo empático, cargados de sentidas condolencias.