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Columna
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Los desahuciados

Invadir a otro es quedarte con sus problemas, y tal vez por eso desde que cayó el muro de Berlín vivimos en esta especie de capitalismo soviético en el que todos los ciudadanos trabajan de sol a sol para el Estado, que jamás saca la mano de sus bolsillos, gobierna con mano de hierro sus vidas y, si hace falta, les manda la policía a casa para hacerles entrar en razón, como ocurre últimamente con los desahucios. Es decir, que el exorcista está a sueldo del demonio, los cazadores de vampiros beben sangre al amanecer y mientras se congelan los sueldos y las pensiones, se abaratan los despidos, se suben los impuestos, se cierran los ambulatorios y a la vez que se llenan de dinero público las cajas fuertes de los ricos, el aire se va llenando de preguntas peligrosas. ¿Esta es la democracia por la que tanto hemos luchado? ¿Este es el bienestar del que nos hablaban? ¿Los jueces y las fuerzas del orden están aquí para defender a los bancos y sacar a rastras de sus casas a la gente que no puede pagar sus hipotecas? ¿Qué clase de seres sin piedad son estos que dejan en la calle a personas en paro y sin un sitio donde ir, con minusvalías, con hijos enfermos que viven en una silla de ruedas, que es justo lo que acaban de hacer en varios lugares de Madrid, sin ir más lejos, en Parla, en Tetuán o en Orcasitas, mientras protegen contra viento y marea a los causantes de la crisis que nos tiene con el agua al cuello?

En lo que va de año, los bancos son responsables de que 30.000 familias estén en la calle

Por suerte, nos han robado hasta tal punto el sueño que empezamos a despertarnos, ya no queremos mirar para otra parte, ni ser simples espectadores de nuestra destrucción, y de pronto hemos recordado a Montesquieu y que la injusticia cometida contra un solo individuo es una amenaza hecha a toda la sociedad.

Juan Urbano me acaba de decir todo eso mientras desayunamos en su casa, porque por ahora se acabaron los cafés en el bar, frustrado porque las dos últimas veces que él y sus compañeros del 15-M han intentado detener un desahucio han fracasado y porque acaba de leer en el periódico que el Tribunal Constitucional cree que las ejecuciones hipotecarias, que permiten a las entidades financieras quedarse con un inmueble en caso de impago, no vulneran los derechos fundamentales de los afectados y por tanto no son inconstitucionales. ¿Y el famoso artículo 47? Mejor lo tachan, quitan lo de la vivienda digna y lo cambian por uno que diga: "Todo banco tiene derecho a sus españoles." Sería más real, como lo demuestra el hecho de que en lo que va de año cerca de 30.000 familias de nuestro país hayan sido puestas en la calle. No nos representan, pero nos tienen secuestrados. Y lo único que se les ocurre es meternos miedo con el derrumbe de un sistema que nos está llevando a la ruina y nos tiene atrapados en su tela de araña. Muy bien, pues que se venga abajo: sin hundimiento no hay reconstrucción. "Si yo fuera vosotros, estaría aún más indignado", dijo el otro día en el Retiro el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Habrá que hacerle caso.

Los dos desahucios que no han podido detener Juan Urbano y los suyos se han llevado a cabo en Ciudad Lineal y Orcasitas. En el primero, la policía ha ayudado a la Caja de Ahorros del Mediterráneo a dejar sin techo a una mujer desempleada de 53 años y con dos hijos, uno en paro y otro que tiene un 77% de discapacidad, que vive con una pensión de menos de 600 euros al mes. Su hipoteca era de 150.000 euros, pero su deuda se ha incrementado en otros 50.000, por las tasas e intereses que le reclama esa entidad, que acaba de ser intervenida por el Banco de España pero a cuyos dirigentes, que se sepa, nadie les reclama nada.

En el otro caso, el de Orcasitas, se ha expulsado de su domicilio a una antigua limpiadora que también tiene dos hijos y una pensión de 500 euros, cuya vida se vino abajo al quedarse viuda y serle imposible pagar el alquiler de su piso de protección oficial. Ese es el tipo de personas a las que se está dejando a la intemperie. Según Juan Urbano, lo que tendríamos que hacer los que aún no estemos en números rojos sería ir en masa a retirar nuestros ahorros y nuestras nóminas de los bancos que ejecuten un desahucio: si lo único que les importa es el dinero, vamos a quitárselo y volverán a ser nuestros amigos. Igual no es tan mala idea.

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