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Reportaje:Música

Póntelo, pónselo

Una briosa Cyndi Lauper desafía el vendaval en la jornada de despedida del Festival de Jazz de San Sebastián

Se acabó lo que se daba. El 46 Festival de Jazz de San Sebastián es ya historia pasada por agua. Por si fuera poco, ayer, a la lluvia se le sumó un ventarrón que obligó a cancelar las actuaciones en la playa de La Zurriola. Así las cosas, escuchar el pop amable y simpaticón de la pizpireta Cyndi Lauper mientras nos aferrábamos con desesperación al chubasquero para que no saliera volando requirió de una destreza que no está al alcance de cualquiera. Unos héroes, los seguidores del Jazzaldia.

Quién sabe si contagiada por su conducta ejemplar, la protagonista de la jornada se bajó al ruedo, o a la piscina, en no menos de tres ocasiones. Todavía se atrevió a trepar micrófono en mano por uno de los graderíos de piedra peligrosamente resbaladiza con el consiguiente riesgo de morir electrocutada, o descalabrada, o ambas cosas. El valor demostrado por la susodicha bien se merece que pasemos de largo por su faceta de intérprete de blues (la cantante se trajo al legendario Charlie Musselwhite, a la armónica). Si Lauper tiene un lugar en la historia del jazz, que lo tiene, no es como cantante de blues ni por sus condiciones atléticas, que también. Para el aficionado al jazz, Cyndi Lauper es y siempre será, la autora de Time after time, la pieza que Miles Davis convirtió en un estándar del género. La misma que interpretó en este festival hace muchos años, en lo que constituye uno de sus momentos álgidos.

Aquella misma tarde, otra leyenda del género, el armonicista, guitarrista y silbador belga Toots Thielemans, celebró la concesión de la medalla del festival en reconocimiento a su trayectoria con un maravilloso, tranquilizador y predecible concierto a techo cubierto; el del auditorio del Kursaal.

Thielemans no hizo nada que no le hayamos escuchado en alguna de sus visitas anteriores. Del repertorio un tanto convencional sobresalió su interpretación cargada de emoción de Ne me quitte pas, con la que recordó a su compatriota Jacques Brel, quien fue su compañero de colegio y con el que nunca coincidió. Y Bluessette, claro, aunque fuera en versión mutilada. A sus 89 años, Thielemans ya no es capaz de silbar ni de tocar la guitarra. Pero incluso con la armónica que le dio la popularidad sus facultades van en claro declive, lo que tampoco es que importe mucho. Aquí, lo que cuenta, es la posibilidad que se les ofreció a algunos de ver por vez primera, subido a un escenario, a una auténtica leyenda del jazz. Verle, escucharle, reírle las gracias, todo forma parte de lo mismo. Algo parecido a lo que ocurrió en la jornada de apertura, durante la actuación de B. B. King. Para quien ha podido verle y escucharle a lo largo de los años, la figura del bluesman resultaba apenas reconocible, tanto como su música. Pero nadie habló del asunto y todo el mundo se fue a casa feliz y contento.

Fin de fiesta. Los responsables del festival hacen números. Las malas condiciones meteorológicas también les han hecho la puñeta a ellos. Al final, quienes han hecho negocio han sido los fabricantes de chubasqueros. Por cierto, aquí los llaman "condones". Ya se sabe: póntelo, pónselo.

Cyndi Lauper, durante su concierto en San Sebastián.
Cyndi Lauper, durante su concierto en San Sebastián.JESÚS URIARTE

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