Cara y cruz de Londres 2012
A un año de los Juegos, las infraestructuras van muy adelantadas, pero preocupa la seguridad tras ser descabezada Scotland Yard por el escándalo de las escuchas
Dentro de un año, el 27 de julio de 2012, se abrirán los Juegos Olímpicos de Londres. A 12 meses vista, los organizadores respiran optimismo: las obras se han completado al 88% y van adelantadas en el calendario y por debajo del presupuesto previsto. Simbólicamente, anunciaron ayer que ya está acabada la más atrevida y polémica instalación: la piscina de la arquitecta iraní Zaha Hadid, cuyo coste se disparó a 262 millones de libras (296,1 millones de euros).
Es uno de los pocos edificios atrevidos en unos Juegos que huyen precisamente de lo espectacular y la tecnología avanzada para evitar odiosas comparaciones con los de Pekín 2008. La capital británica no quiere vender poderío político ni económico porque no tiene ni lo uno ni lo otro. Lo que tiene salta a la vista con el nombre mismo: lo mejor que ofrece Londres 2012 es Londres, una ciudad de personalidad arrolladora. Por eso es un buen augurio para el éxito de los Juegos que los calendarios se cumplan y los presupuestos no se desmadren en un país que sufre el gasto público como una ruina personal y que afronta, como toda Europa, un ajuste brutal.
Las obras se han completado al 88% y se ha gastado menos de lo previsto
Sin embargo, la popularidad del evento aún es una incógnita
Solventadas, o casi, las infraestructuras, el éxito depende de tres cosas: que lo construido, y la logística que lo acompaña, funcione; que no haya problemas de seguridad, y que haya entusiasmo popular. Lo primero depende de que el mucho correr y bastante recortar no se haya hecho a costa de atajos y del trabajo que a partir de ahora haga Sebastian Coe. El otrora gran atleta, presidente del comité organizador, afirma en una entrevista a Reuters que están entre los 500 y los 600 metros de una carrera de 800: un momento decisivo. Cuenta con la ventaja de que el adelanto en los calendarios le da más flexibilidad para poner a prueba instalaciones y transporte.
La seguridad es una de las cuestiones más delicadas. Primero, porque siempre lo es en unos Juegos. Segundo, porque el alineamiento británico con Estados Unidos en la invasión de Irak ha convertido al país en un objetivo especial para el terrorismo islámico. Tercero, porque hay otros terrorismos posibles, aunque menos probables, desde los disidentes de Irlanda del Norte hasta la amenaza que se avecina creciente de la extrema derecha tras la matanza en Noruega. Y cuarto, y quizá más importante, porque Scotland Yard está descabezada por el caso de las escuchas ilegales del News of the World y con la moral de la tropa por los suelos por el impacto que está teniendo en el ajuste presupuestario.
La tercera clave, la popularidad de los Juegos, es aún una incógnita. Algunas encuestas, como la de Ipsos MORI publicada esta misma semana por la BBC, señala que el 73% de 1.000 personas encuestadas apoyan los Juegos de Londres, con un 38% viéndolos de forma más positiva que hace un año. Pero un 52% cree que el sistema de transporte no será capaz de soportar la presión del incremento de usuarios y un 57% opina que el sistema puesto en marcha para la venta de entradas ha sido injusto.
Otra encuesta, de PwC sobre el impacto económico de Londres 2012, revela que tan solo el 37% de 2.000 consumidores y 500 negocios ve positivo que se celebren los Juegos en Londres, porcentaje que sube al 46% entre los encuestados en la propia capital. Mientras un 54% en el conjunto del país cree que tendrán un impacto económico positivo, solo el 46% de los londinenses opina así.
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