El rey lagarto puede con Phelps
Lochte sigue un programa especial para compensar las ventajas genéticas de su gran rival
El campus de la Universidad de Florida, en Gainesville, contiene uno de esos pantanos típicos del sur de Estados Unidos. Se conoce como lago Alice y es célebre entre los estudiantes por su población de aligátores. Ryan Lochte pasa a diario junto al pantano camino de sus entrenamientos en seco y, al ver a los reptiles, no puede impedir que su imaginación le ofrezca posibilidades disparatadas. "Cada vez que veo a esos aligátores tomando el sol en el agua", dice, "me dan ganas de parar el coche y arrojarme a por ellos. Me encantaría poder luchar cuerpo a cuerpo con esos animales".
De haber nacido en otra época, probablemente Lochte se habría convertido en el mejor nadador de todos los tiempos. Pero nació en 1984. Un año antes que el también estadounidense Michael Phelps. Otros habrían desistido ante la idea. Pero él se empeñó en confrontarse con una leyenda viviente. Dejó que su imaginación le hiciera volar y se sometió a una de las rutinas de entrenamientos más duras e innovadoras que se han puesto en práctica.
"Ryan es de espíritu más libre, pero no tiene su envergadura", dice su técnico
Ayer, Lochte y Phelps se retaron en una prueba, los 200 metros libre, que no se ajusta a sus condiciones de estilistas. Lochte en la calle 3 y su amigo en la 2. Ganó Lochte, que nunca se había impuesto a Phelps en unos Mundiales ni unos Juegos. Su marca, 1m 44,44s se aproximó mucho al 1m 44,06s del australiano Ian Thorpe en la época previa a la explosión de los bañadores impermeables, hoy prohibidos por la FINA. El resultado no cierra el duelo, sino que la proyecta hasta Londres 2012.
Hijo de Steve Lochte, exnadador universitario y actual entrenador, Ryan siempre tuvo una aproximación juguetona al deporte. Comenzó en Nueva York, su Estado, en un equipo de fútbol escolar. "Lo suyo era el soccer", recuerda su madre, Ileana; "era un gran lanzador de faltas. Tenía un excelente golpeo". La mudanza de la familia a Florida le hizo cambiar de actividad. Se inclinó por el skate, el surf y la natación. Su talento natural para el agua le habilitó para nadar las pruebas de estilos. Pero en los Juegos Olímpicos de 2008 se encontró con dos dificultades insuperables: una indigestión de hamburguesas y Phelps.
Su entrenador, Greg Troy, dice: "Hay dos cosas que diferencian a Ryan de Phelps. Primero, tiene un espíritu un poquito más libre. Segundo, no tiene su envergadura". El segundo punto ha marcado su transformación como nadador. Con los brazos en cruz, la distancia de una mano de Phelps a la otra es de más de dos metros. Lochte no pasa de los 187 centímetros. Esto significa que posee casi 20 centímetros menos de palancas. Sus apoyos en el agua tienen un límite antropomórfico. Para compensarlo, Troy le sometió a un programa doble: por un lado, ganar músculos para aumentar la eficacia y la frecuencia de las brazadas; por otro, mejorar el nado subacuático para alargar todo el tiempo posible bajo el agua, con la ondulación del tronco y las piernas. Después de dos años de hacer series de 50 metros en apnea, fortaleciendo su tronco con pesas, levantando neumáticos de tractor y moviendo cuerdas de 20 kilos en una simulación de los gestos de la mariposa, Lochte dejó de ser el nadador sutil que había sido para convertirse en una especie más agresiva.
"Ahora soy mucho más fuerte y mucho más astuto a la hora de afrontar mis carreras", dijo ayer, cuando se bajó del podio; "hago muchas cosas nuevas en mis entrenamientos. Una de las más importantes es comer saludablemente".
En los virajes de los 100 y los 150 consiguió nadar más de 10 metros bajo el agua, donde el deslizamiento es más exigente, pero más rápido. Emergió cuando Phelps ya iba por la superficie. La maniobra le ahorró distancia y desgaste de brazos. Aun así, dio 30 brazadas en el tercer largo y 35 en el cuarto frente a las 31 y los 28 de Phelps en los mismos segmentos.
En el tercer largo, Lochte consiguió preparar su golpe decisivo: hizo 26,29s frente a los 27,20s de Phelps y los 26,91s de Biedermann. En un esfuerzo supremo, Phelps le adelantó a falta de 20 metros, pero entonces Lochte exhibió lo inefable. El coraje. Como recordó Bob Bowman, el entrenador de Phelps: "Ryan acabó con mucho corazón".
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