Licuada negritud
El portentoso timbre vocal de Seal, que en tanto recuerda al fugazmente exitoso Terence Trent D'Arby, lleva años opositando a entrar en el club de la música negra más selecta. Pero a estas alturas, tras veinte años de carrera, resulta descorazonador el no saber si quiere ser soulman de nuevo cuño, baladista melifluo o adalid del dance pop. Y es que si pretende ser todas esas cosas a la vez, mal andamos. Porque se sumerge en todas las aguas sin profundizar demasiado en ninguna, muy al gusto de un público que no tiene reparo en comulgar con ese denominador común que augura buenos dividendos en las tiendas pero nula presencia en las enciclopedias del género. Y lo más sintomático de su concierto en Viveros fue que los temas que mejor funcionaron están ya muy entrados en años, como el intrigante ritmo Hi NRG de Killer o el house para radio fórmula de The Beginning, pulidos en su tiempo por artesanos del estudio como Trevor Horn o Guy Sigsworth. Poco botín para tanta y tan sensual presencia como derrocha sobre el escenario: el que es sin duda su mejor activo, en loable lucha contra la frialdad ambiental con que fue recibido.
SEAL
Feria de Julio. Jardines de Viveros. Valencia, 18 de julio de 2011.
Como al británico el arcón de reliquias ocultas del soul le debe parecer pequeño, ¿para qué molestarse en ir algo más allá de la revisión genuflexa de clásicos que todo el mundo conoce, caso It's a Man's Man's Man's World (James Brown), Knock on Wood (Eddie Floyd) o I Can't Stand The Rain (Ann Peebles)? Y eso por no hablar de una producción reciente (If I'm Any Closer, The Way I Lie) que aspira a soul futurista pero se queda en remedo de The Christians. A modo de corolario, el bis final rebasó todos los niveles permisibles de glucosa, con Secrets ilustrada por un clip junto a su esposa, la modelo Heidi Klum, en tesituras que no deberían trascender la privacidad, y la dedicatoria de la tópica Silence a aquellos que viven en la carretera, lejos de su prole. Pobres.
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