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Columna
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Los bienes de la Iglesia

Andan por ahí los obispos alborotados por una cuestión que promete novedades cada año, cada mes: el patrimonio de la Iglesia en España. Lo cierto es que todo el país quisiera saberlo, aunque va a ser muy complicado todo. ¿De quién es la catedral de Burgos, por ejemplo? ¿De quién el monasterio de El Escorial? ¿Qué edificios pertenecen al Patrimonio Nacional y cuáles son propiedad de la Iglesia? Con la desamortización de Mendizábal se organizó un cacao que sigue vigente.

Pudiera ser que media España fuera un predio de los obispos. Ahora bien, como los obispos son ministros de un país extranjero, resultaría que media España, o más, pertenece a una nación foránea, el Vaticano, cosa que clama al cielo y que nos hace volver a la Edad Media.

Si a esto añadimos la cantidad de instituciones y fundaciones relacionadas directamente con la Iglesia, los abogados del Estado y los astutos negociadores eclesiales van a tener trabajo intenso durante unos años.

El Estado tiene derecho a saber oficialmente el patrimonio de los ciudadanos, y aquí no se excluye a las religiones, cristianas o no, que hay unas cuantas.

Las autoridades católicas ya se están movilizando, pero también los pueblos. Ayer, en este periódico, hablaba el sacerdote Pedro Leoz, presidente de la Plataforma por la Defensa del Patrimonio Navarro. Pertenecer a la plataforma le ha costado ciertos disgustos. Por ejemplo, se le retiró la pensión durante un año. El cura Leoz supone que ello fue debido a que su plataforma "lucha porque las iglesias y otros templos sean de los pueblos".

La Iglesia no va estar por la labor. Sería bochornoso contemplar los bienes temporales de una institución que nació pobre y pregona su amor a la pobreza, su ayuda eficaz a los menesterosos.

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Los bienes espirituales de la Iglesia son también tipos de interés.

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