_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Más tronos

David Trueba

Acaba la primera temporada de Juego de tronos, basada en los libros de George R. R. Martin, como la más adictiva ficción del final de curso. Las tentaciones, que la inclinaban hacia modelos tan desalentadores como exitosos, han sido esquivadas para centrarse en la potencia de personajes y tramas, más que el exhibicionismo de los cuatro millones de dólares por episodio. La furiosa hormonación de Spartacus o la carbonizada estrategia del relato histórico para proponerle a la gente un paseo por la ESO lleno de atracciones adrenalínicas, ensombrecían la propuesta de Juego de tronos. Pero pronto se enderezó y los salvajes altibajos de la familia protagonista, la capacidad de reinvención de sus personajes sin recurrir a la incoherencia, han ido construyendo un recorrido desasosegante.

Los personajes poseen un físico marcado, ya sea por la belleza, la fuerza, el dolor, el vicio o la brutalidad. Los hay demediados y disminuidos, los hay casi sobrehumanos, pero que de tanto en tanto reciben una herida real y dolorosa. El enorme reto del género fantástico es recrear con veracidad un mundo imposible hasta hacerlo transitable y entregar un código al espectador que nunca se traicione. Al contrario de series que han convertido la virtualidad del paisaje en una catarata de visiones impostadas, aquí los escenarios son veraces, destilan un aire emocional a lo Patinir. Puede que la delicadeza no sea la gran virtud de la serie, pero los aderezos transmiten verdad, mancha, vida. En tiempos donde la sugerencia ha sido descartada por desconfianza en los amos del mando a distancia, al menos una propuesta directa se gana el trono con dignidad.

La serie, con sus regiones míticas de Invernalia, Desembarco del Rey, fantasea con los tiempos remotos del miedo y el desamparo, con su reacción consiguiente de apego rotundo a la vida y sus placeres. Amenazas, epidemias, rigores han mutado en nuestro tiempo. Hoy esa arcaica pesadilla la representan otros poderes más trajeados, otros depredadores implacables. El hombre pelea por la supervivencia, incluso en la ficción, desde el día que osó ponerse de pie sobre el planeta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_