La joya de los Romero de Torres
La casa familiar de la saga de artistas espera la restauración de la Junta
Un día de 1862, el nuevo conservador del Museo de Bellas Artes de Córdoba se plantó en la Plaza del Potro. A su espalda, la fuente con la estatua del equino rampante que le da nombre. Delante de él, la fachada del antiguo Hospital de la Caridad. Aquel edificio del siglo XVI era la sede donde se acababa de alojar la institución cultural en la que iba a trabajar el conservador. Y allí iba a vivir, junto a su mujer. Aquel intelectual, pintor, historiador y arqueólogo se llamaba Rafael Romero Barros y su esposa, Rosario de Torres. Ambos darían comienzo a una saga que revolucionaría la vida artística de la ciudad y cuyo epicentro iba a estar tras esos muros: la casa de los Romero de Torres.
La vivienda, anexa al Museo de Bellas Artes de Córdoba, se abrirá al público
La rehabilitación, planteada en 1995, la está revisando Fernando Osorio
149 años después no queda ni un solo descendiente directo vivo de Rafael y Rosario. El más famoso de sus ocho hijos fue Julio Romero de Torres. El museo que hoy lleva su nombre se abre al mismo patio con naranjos al que da el de Bellas Artes. También lo hace su antigua casa, reservada en un rincón a la familia del conservador. En ella se criaron, además de Julio, sus hermanos Eduardo, Rafael, Carlos, Enrique, Angelita, Rosario y Fernando. El paso de tres generaciones de mentes inquietas, extremadamente curiosas y apasionadas por la pintura, la escultura y la historia, convirtió cada habitación en un estudio, un laboratorio o un aula. En su conjunto, la casa no era sino un ala más de un museo que terminaría siendo, además, el germen del actual Arqueológico de Córdoba.
Semejante tesoro está a la espera, desde 1991, de que se dé un buen remozado al inmueble. Aquel año murió María Romero de Torres Pellicer (los hijos de Julio unieron los dos apellidos) la última habitante de la casa. En 1988 la había vendido por 18 millones de pesetas a la Junta. "En 1995 se redactó un proyecto de rehabilitación del inmueble por el arquitecto Fernando Osorio y un avance de planes museológico y museográfico por los técnicos del Bellas Artes. Pero nada de ello se llegó a ejecutar", explica Fuensanta García, directora del Bellas Artes. En febrero de 2011, se decidió la rehabilitación del inmueble para su apertura al público. Se mantuvo una reunión con el arquitecto redactor del proyecto de 1995 para revisar la situación.
Desde el museo se trabaja en el análisis y redacción del Plan Museológico de la Casa Romero de Torres, ateniéndose a lo establecido en el contrato de compra de hace 23 años. "Entre otras cosas se decía que no se podían recrear los dormitorios, como una muestra de respeto", explica García. "La intervención se tiene que adaptar precisamente a eso, a que es una casa, con las ventajas y los inconvenientes que tienen los espacios", continúa.
En la planta superior se prevé establecer el Centro de Documentación sobre la familia Romero de Torres, con la biblioteca, la fototeca y retornar el archivo de la Colección Romero de Torres. En el jardín se quiere mantener la atmósfera decimonónica que nunca ha perdido, con la presencia de duplicados de piezas arqueológicas, mientras que en las dependencias anexas se expondrían o almacenarían los fondos arqueológicos y de artes plásticas. Asimismo, se recrearía el estudio de pintura usado por Julio Romero de Torres y otros miembros de la familia.
La puerta de madera sigue flanqueada por un antiguo timbre de campanilla. Pero del cordel ya no tira nadie. Bueno, sí, a Fuensanta García le gusta llamar a veces. Pero nadie abre. "Menos mal", exclama divertida. Parte de las estancias del piso de abajo se usan para actividades infantiles relacionadas con el museo. Cruzando la puerta que da al patio interior de la casa -que fue pintada por Julio Romero de Torres en obras como Pereza andaluza, Mal de amor o La siesta- se accede a un jardín casi romántico, en el que la familia fue colocando las piezas arqueológicas producto de sus propias excavaciones o de donaciones de amigos. Todavía hoy dan la bienvenida, bajo los naranjos centenarios, varias estatuas y columnas romanas. En las paredes se dibujan las huellas de las estelas latinas que las decoraron durante décadas. A la izquierda se ubicaba el estudio de Julio y Enrique. Todavía se conserva una foto de su mesa de trabajo ante una pared llena de fotos de artistas. El estudio es hoy el almacén de piezas íberas, romanas, visigodas y árabes de la familia, entre las que destaca un león prerromano de exquisita factura.
Otra parte de la colección la constituyen los miles de documentos, dibujos, carteles y pinturas, sobre todo de Romero Barros y sus hijos Rafael, Enrique y Julio, que se guardan en el Bellas Artes. En dependencias de la casa se preserva una selección de cerámica popular y de tejidos. Por último, la biblioteca, la fototeca y el archivo (con documentación familiar, de los trabajos y las consultas de otros artistas) se encuentran temporalmente en el Archivo Histórico Provincial de Córdoba.
La vivienda todavía puede deparar gratas sorpresas a los investigadores. Como la que vivió Fuensanta García cuando encontró unas viejas latas de celuloide almacenadas en un rincón. En su interior se guardaba una copia del documental que rodó Julián Torremocha y que son las únicas imágenes en movimiento que se conservan de Julio Romero de Torres. "Cuando las restauraron y pude verle, justo aquí, caminando en el jardín de esta casa, moviéndose, me emocioné. No pude evitarlo", reconoce García. Ella conoció a Rafael, el último Romero de Torres a cargo del museo, hijo de Julio. Y a su hermana María, que murió en 1991, con su ropa todavía tendida en la casa.
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