La invasión de los estudiantes

Menú del martes: lentejas o ensalada, de primero; filete de ternera, de segundo; profiteroles, de postre. Y, como compañero de mesa, Mario Vargas Llosa. El Nobel de Literatura almorzó esta semana en San Lorenzo de El Escorial junto a los alumnos de los cursos de verano de la Universidad Complutense (UCM). Sin reservados, ni protocolos, ni etiquetas. Por los pasillos de las tres sedes acaparadas por la UCM durante cinco semanas de julio y agosto conviven grandes personalidades con estudiantes en chanclas y bermudas.

Los "estudiantes, posgraduados y profesionales" que, según la web de los cursos, acuden a formarse a San Lorenzo en periodo estival tienen tiempo también para el esparcimiento. Llegar solo y conocer a un montón de gente con la que desayunar, comer, cenar, salir, debatir o conversar está incluido en el precio de la matrícula. "El comedor es la esencia", apunta José Antonio Benavides, de 22 años, alumno que desde hace cuatro años dedica al menos dos semanas de sus vacaciones a los cursos.

Turistas y alumnos forman un "reguero de maletas", asegura una vecina

En tres días ha encontrado un grupo con el que va a la piscina de la residencia María Cristina (donde se alojan algunos de los estudiantes becados) y sale por las noches. Si hay algo que echa de menos, dice, es una oferta de ocio "mixta". "Todo está dirigido a un público culto o con mucha preparación", se lamenta.

Los tres conciertos de esta semana, la inaugural, han sido de jazz, de flauta barroca y de violín. Belén Soldevila disfrutó de la actuación del miércoles del dúo de solistas de flauta de La Folía. Soldevila participa en las jornadas sobre violencia de género junto a otras profesionales. En la cena reflexionaba con sus compañeras sobre cómo los medios deberían cubrir este tipo de noticias sin justificar a los agresores. Los cursos son "formación relajada que permite después transformarla en trabajo", coinciden sus compañeras.

Los cinco días de curso más alojamiento y manutención cuestan 522 euros. Los becarios, que según la web de la UCM son un tercio de los más de 4.000 alumnos previstos para 2011, pagan como los que van de oyentes: 215 a la semana. Tienen derecho al curso, pero además a alojarse en alguna de las tres sedes (Infante, María Cristina o Felipe II).

La primera todavía huele a nuevo tras las obras de rehabilitación realizadas en invierno. El olor a tienda de muebles se percibe en los pasillos y en las aulas, desde las que puede verse el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Otro reclamo más, por si tener acceso a genios de la pintura como Antonio López, ministros y profesionales de diversas áreas no fuera suficiente.

Los alumnos de la UCM se incorporaron hace más de dos décadas a la población estival de la localidad de la sierra madrileña. Junto a los turistas, forman un "reguero de maletas" que llegan a San Lorenzo en los meses de verano, según cuenta Piedad Gallardo, vecina de 83 años que lleva 50 viviendo allí. El Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial no ha facilitado cifras sobre el impacto económico de los visitantes en el municipio, pero las tiendas, bares y hoteles de la zona aseguran que su presencia se nota.

"Lo que se llena más es la terraza", cuenta la dueña del Restaurante Parrilla Príncipe. El hotel Florida, a unos 200 metros de la sede en la que se imparten la mayoría de los cursos (el edificio Euroforum Infantes), se ha beneficiado más este año gracias a las obras de remodelación, porque están cubriendo la falta de habitaciones y algunos ponentes se están alojando en sus instalaciones, según afirma Pedro Muñoz Pérez, responsable del complejo hotelero.

Los trabajadores de las tres sedes de la UCM también aprovechan el verano con los cursos. El ambiente, dice el recepcionista del Felipe II, es mucho más "animado" que en invierno.