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Reportaje:TOUR 2011 | Quinta etapa

Garra colombiana en el Sky

Urán lucha por Wiggins mientras piensa en su amigo Soler

Carlos Arribas

El colombiano Rigoberto Urán corre el Tour con el cuerpo plenamente a disposición de su jefe, Bradley Wiggins -y un pedacito para él mismo, como mostró en el Muro de Bretaña-, y el ánimo pendiente de su amigo Mauricio Soler, con quien comparte piso en Pamplona y que se recupera lentamente en un hospital suizo de las lesiones cerebrales sufridas en una caída. "Pienso mucho en los peligros, en los riesgos que pasamos todos los días", dice Urán, de 24 años solo, con un gran futuro por delante, con buena experiencia a sus espaldas. "Aunque, como estamos en equipos diferentes, apenas hemos coincidido este año una quincena en Pamplona, lo recuerdo constantemente y hablo todos los días con su esposa".

"A los colombianos nos viene bien juntarnos, estar con gente de la tierra"
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Soler seguramente será trasladado mañana a una clínica de Pamplona para proseguir una recuperación que, se teme, nunca será plena. "Sí", dice Urán, "me temo que nunca volverá a ser ciclista. Ahora debe recuperarse lo máximo para llevar una vida normal". A los dos corredores les une el ser colombianos y buenos escaladores (lo que se da por supuesto: por eso se les quiere en Europa), pero les separan más detalles. Soler es callado e introvertido, alto, espigado, de Boyacá; Urán, más bajito, hablador acelerado, paisa de Urrao, en Antioquia, cerca de Medellín. "A Mauricio hay que conocerlo, y a partir de ahí se está magnífico con él", dice Urán, que se fue a vivir a Pamplona hace casi cuatro años, cuando fichó por el Caisse d'Épargne. Soler llegó este año, en el que disputa su segunda temporada en el equipo de Eusebio Unzue. "A los colombianos nos viene bien juntarnos, estar con gente de la tierra". En el mismo piso vive un tercer ciclista colombiano, Mauricio Ardila, del Geox.

Muy a su pesar, las gentes del Sky, que aspira a ser el equipo nacional británico, se están viendo obligados a aprender castellano a marchas forzadas, o al menos, a soportarlo en el autobús, detrás de los visillos, las voces de Flecha, uno que no se corta, o las respuestas de Urán, aceleradas, o de Zandio, otro que también habla deprisa. Es el precio a pagar si quieren que su gran hombre, Wiggins, acabe entre los primeros en París.

Son el colombiano, el navarro y el argentino-catalán la dosis de ciclismo tradicional que equilibra a un conjunto que llegó la temporada pasada al ciclismo como un elefante en una cacharrería y se pegó tremendo morrazo. Flecha, el veterano en el grupo, hace de introductor. "Durante la Dauphiné, en la que Urán lo pasó mal por culpa de las alergias, actué de traductor en una charla en la que Brailsford le dijo que estuviera tranquilo, que estaban muy contentos con él", dice Flecha mientras se prepara para un día ventoso. "He mirado en una web de surferos y prevén vientos de 18 nudos en la costa por la que vamos", dice, "y como soplará a favor me he puesto un plato de 54, para coger velocidad rápidamente cuando tenga que adelantar a Wiggins y colocarlo bien". A su lado, Zandio, veterano navarro, recupera las sensaciones del Tour, que no corría desde 2007, y destaca el nerviosismo en el pelotón. "Es exagerado", dice, quizás previendo que la etapa del viento de culo y las carreteras estrechas sería también la de más caídas, incluyendo una de su líder, Wiggins, para quien sudaron sin cesar.

Rigoberto Urán, durante un <i>sprint.</i>
Rigoberto Urán, durante un sprint.BERNARD PAPON (AP)

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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