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Reportaje:

La gran apuesta de Repsol

La petrolera ha invertido 3.195 millones en la refinería de Cartagena

La mayor inversión industrial realizada nunca en España: 3.195 millones de euros. A los directivos de la petrolera Repsol, Josu Jon Imaz (director de refino y nuevas energías) y Pedro Fernández Frial (director del área de downstream), les faltan palabras para describir la gran apuesta de la compañía en Cartagena: una gran refinería, ampliada durante tres años, destinada a paliar el déficit de gasóleo y queroseno de aviación del mercado nacional. La nueva refinería del Valle de Escombreras duplicará la capacidad de destilación de crudo en Cartagena (hasta 11 millones de toneladas al año) y llegará a producir 4,5 millones de toneladas al año de gasóleo y queroseno.

Como las cifras pueden llegar a marear, conviene manejar conceptos más manejables. Imaz y Fernández Frial explicaron, en un viaje organizado por la compañía para mostrar el proyecto, que la nueva instalación ahorrará hasta un 30% de las importaciones de gasóleo que ahora realiza el país. En dinero, para la balanza comercial, y si se tiene en cuenta la diferencia entre el precio del barril y del gasóleo importados, podría rondar los 450 millones de dólares (unos 314 millones de euros) al año.

La capacidad de la planta se duplica, pero las emisiones se contienen

Son cantidades importantes. Al mismo nivel de la apuesta realizada por Repsol. Para Fernández Frial, la rentabilidad del proyecto está fuera de toda duda. Sencillamente, el mercado demanda un producto que escasea en el mercado, y atender esa demanda rendirá frutos. Seguro. España importa un tercio de su consumo de gasóleo, mientras exporta gasolina. El plan que Repsol ha decidido aplicar consiste en adquirir más crudo pesado (más barato), tratarlo de forma más eficiente para extraer del mismo más destilados medios (gasóleo y queroseno) y aprovechar en la tarea todas las infraestructuras y servicios auxiliares de la refinería de Cartagena.

El objetivo, destacaron Imaz y Fernández Frial, está a punto. La nueva refinería estará en funcionamiento en el último trimestre del año. Han sido 4,5 millones de horas de ingeniería y 27,5 millones de horas de construcción, empleando una media de 3.000 personas durante tres años. En la construcción han participado 20.000 personas, con puntas diarias de 7.700 personas que han obligado a planificar la logística con mucho detalle.

Con la tarea a punto de culminar, se enumeran los logros. Entre ellos, el empleo. La explotación de la refinería supondrá 790 puestos de trabajo propios y 800 en empresas contratistas. El empleo inducido se calcula además en alrededor de 8.000 personas. Según los responsables del proyecto de Repsol, los empleos de la refinería supondrán el 20% del empleo industrial de la comarca de Cartagena, un 10% del valor añadido bruto comarcal y un 2,5% del regional. La refinería tendrá además un efecto llamada para otras inversiones e industrias y supondrá un importante incremento del tráfico portuario y por carretera. Para los libros de récord quedarán además los relatos sobre cómo se transporta por carretera una torre (torre de vacío) de 50 metros de longitud y 11 de diámetro; o qué elementos (además de la prudencia y los permisos de Fomento) hay que utilizar para mover por el país un elemento (reactor de hidrocracking) de 1.350 toneladas de peso.

La combinación de más importación de crudo, y más pesado para extraer más gasóleo, lleva inevitablemente a pensar que la ampliación de la refinería de Cartagena conllevará un coste medioambiental muy significativo. La empresa tiene preparados los números también en este apartado. Aunque para exponer sus datos -por supuesto, positivos- hace una cuenta amplia. El proyecto tendrá "impacto muy positivo en el balance mundial de emisiones" de gases de efecto invernadero. Los balances mundiales son siempre difíciles de discutir e incluso de analizar.

Pero el balance de Repsol es rotundo: aunque la capacidad de la planta se multiplica 2,2 veces, la emisión por barril solo crece 0,5. ¿Cómo es la cuenta? Relativamente sencilla: de las emisiones calculadas para la nueva planta (36,6 toneladas de CO2 por 1.000 barriles procesados) se restan créditos verdes por la planta de cogeneración que funcionará en la refinería (2,9 toneladas por 1.000 barriles), los llamados créditos de eficiencia (15,9 toneladas por 1.000 barriles) y los llamados créditos transportes (6,7 que se ahorra por las menores importaciones). Resultado: total de emisiones, 11 toneladas por 1.000 barriles, la mitad que en la antigua instalación, que producía la mitad. ¿Discutible? Quizá.

Lo que para Repsol no es discutible es que con los 3.195 millones de inversión se ha resuelto un problema importante: la falta de competitividad (y, por tanto, de futuro) de una instalación dedicada, sobre todo, a la producción de fuel, producto de otra época y para otros mercados. En España, la demanda se centra en el gasóleo. La cuota diésel ha crecido de forma continua. El mercado de turismos nuevos cerró el ejercicio 2010 con un 71% del parque funcionando con diésel y ha iniciado el ejercicio actual con el 74,1%, según los datos aportados por la asociación de fabricantes de automóviles Anfac.

La cuota diésel se dispara hasta registros en torno al 90% si se trata de vehículos comerciales y ronda el 100% en los vehículos industriales de gran tonelaje. ¿Cambiará el panorama en un futuro? No es probable.

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