Viñales y Márquez ganan su segunda carrera del año
Maverick Viñales (16 años; Roses, Girona) atiende a los periodistas en la sala de conferencias del circuito de Assen. A su izquierda, en un segundo plano, Ricard Jové, director de su equipo. "¿Cómo es posible que sea capaz de ir tan rápido y en tan poco tiempo si no conoce los trazados?", le preguntan. "Es que es muy bueno", dice él al tiempo que encoge los hombros. Hay cosas inexplicables. Y el talento, por ejemplo, no se explica. La destreza de este chico estudioso, ambicioso, tímido, aplicado, inteligente y pícaro es lo que hace posible que los aficionados al motor contemplen su debut milagroso en el mundial de 125cc. Logró su primera victoria en su cuarto intento, en Le Mans, cuyas curvas ignoraba pues nunca antes había pasado por allí. Y ayer, en otro trazado desconocido, técnico y complejo, logró su segundo triunfo en un fin de semana completo en el que también se apuntó la pole.
Es tan perspicaz que, consciente de que equivocaba la trazada en un par de zonas, durante la clasificación del viernes se pegó al más rápido, Johann Zarco, para imitar sus movimientos. Lo hizo porque no ha podido acompañarle en Holanda Julián Simón, lesionado, que es el hombre encargado de desvelarle los secretos de cada circuito. En Francia, por ejemplo, le ayudó a ganar un segundo por vuelta cuando en su habitual paseo por el trazado le descubrió cómo dibujar dos curvas que hacía mal. Ayer, cuando todos sus rivales, mayores y experimentados, aflojaron la maneta del gas al caer las primeras gotas de lluvia sobre el asfalto, él siguió apretando. Así son los genios.
Genios como Marc Márquez, que también logró ayer su segunda victoria en el año de su debut en la categoría reina. Es el otro prodigio nacido de la cantera española en los últimos años. Y su talento tampoco se explica.
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