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Más indignados se suman a la segunda ola de protestas

"Que se enteren los medios de comunicación, somos 10.000". La megafonía del parque de Castrelos en Vigo apenas se escuchaba por la multitud que se concentró a última hora de la tarde. La voluntad de los indignados, el llamado movimiento 15-M, redujo al nivel de anécdota uno de los escasos días de playa que se pudo disfrutar este mes. Porque para miles de personas lo importante fue demostrar que no comparten actos violentos como los ocurridos ante el Parlamento de Cataluña, al igual que rechazan las cargas policiales desproporcionadas como las que causaron una ola de indignación en Barcelona y Valencia.

La marcha de Vigo, la más numerosa, multiplicó las cifras de la primera convocatoria del pasado 15 de mayo. Según la Policía Local, esta vez fueron 5.300 personas. En Santiago participaron cerca de 3.000 y en A Coruña, 4.500. "Sin ningún incidente", informaron los servicios municipales.

En la ciudad del sur, desde la Plaza de España al parque de Castrelos, una marea de gente de todas las edades animaba a los curiosos que se asomaban a las ventanas a sumarse. Incluso llamándolos por el nombre. Si la persona decidía unirse era recibida con un enorme aplauso de bienvenida. Las consignas, tan variadas como los participantes: "El pueblo está despierto y no dormirá hasta que recupere el sueño" o "trabajar hasta morir, políticos a vivir".

Contra el pacto

El eje central de todas fue el rechazo al pacto del euro que se firmará el 24 de junio en Bruselas. En el acto colectivo de reflexión final, a modo de asamblea, los indignados volvieron a reivindicar la regeneración democrática y el uso de recetas sociales para terminar con la crisis económica. "Las medidas supuestamente encaminadas a ayudar en la recuperación debilitarán el Estado del Bienestar y a las clases populares beneficiando a los responsables de la crisis como grandes bancos", afirmaron.

En Compostela, donde el alcalde recién elegido del PP, Gerardo Conde Roa, llegó a calificar el campamento como de "ocupas", unas 3.000 personas asistieron a la protesta. La plaza del Obradoiro se convirtió en el escenario de una gran sentada junto a las tiendas de campaña.

Unos 1.000 indignados repartieron en Pontevedra ramas de olivo y flores en la manifestación más tardía, de las ocho de la tarde.

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