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Reportaje:

El largo viaje del melón ejidense

La venta de fruta y verdura se rige por un complejo sistema agrario y sanitario

Fernando J. Pérez

El motor de un camión frigorífico ronronea en medio de la noche en el área de descanso de Haus Reck, un apartadero sin luz ni agua corriente situado en la autopista A-1, en Hamm (Alemania). El vehículo lleva cinco horas parado, y su conductor, Gabriel Haita, duerme como un tronco pese a que dentro de la cabina el ruido del motor se convierte en un estruendo insufrible. Un espectador no experto pensaría que se trata de un gasto obsceno de gasoil. Sin embargo, tiene una explicación: lo que suena es el motor del frigorífico, que no ha dejado de funcionar desde que Gabriel salió de El Ejido (Almería), dos días y medio antes.

En la caja del camión -24 toneladas que parecen clavarse en el cuello y la espalda cuando el vehículo corre cuesta abajo-, a cinco grados constantes, viaja un cargamento de sandías, melones y melocotones paraguayos de El Ejido con destino a Hamburgo y Berlín. Es uno de los primeros fletes que la empresa FríoEjido ha expedido hacia Alemania tras la crisis de la bacteria E. coli, de la que las autoridades alemanas acusaron en un primer momento al pepino español. La fruta llegará en pocos días a cientos de hogares germanos, que seguramente ignoran que detrás del gesto de abrir una sandía hay un complejo sistema agrario, sanitario y logístico. Este es el recorrido.

"Siempre vamos más allá de lo que nos piden", afirma un perito agrícola
Durante más de 60 horas, el chófer no apaga el frigorífico donde viaja la fruta
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- En el invernadero. La sala de los peritos de la empresa Agroiris, de El Ejido, está presidida por un enorme mapa mural del dédalo de invernaderos que rodea la ciudad y que es una de las pocas creaciones humanas que se distingue desde el espacio. Es jueves por la mañana y Pedro Martínez, ingeniero técnico agrícola, debe acudir al invernadero de Francisco Expósito Zamora. Los datos del ordenador le dicen al perito que las sandías mini de la nave 2 de las tres que posee el agricultor, plantadas el 21 de marzo y polinizadas un mes más tarde, están listas para ser cortadas.

En la explotación de los Expósito cuatro inmigrantes subsaharianos recogen la fruta, entre las siete y las 11.30 de la mañana. Después de esa hora el calor resulta insoportable. Como gran parte de los agricultores ejidenses, los Expósito se han pasado a la "lucha integrada" contra las plagas, en la que "insectos auxiliares" como el Amblyseius swirskii, un ácaro depredador, mantienen a raya a otros insectos nocivos para las cosechas. Además, para la polinización de las sandías y los melones se utilizan colmenas de abejas.

Cada uno de los 750 agricultores que venden sus productos a Agroiris cuenta con un dosier en el que se detallan las inspecciones y controles periódicos a los que se someten las explotaciones. "Cada siete o cada 15 días se visita al productor para inspeccionar el invernadero y recomendarle los fertilizantes o fitosanitarios que debería usar", afirma Martínez. Cada una de estas visitas queda reflejada en un cuaderno de campo. Bajo los plásticos se llevan a cabo análisis microbiológicos y bioquímicos tanto de los terrenos como del aire y del agua. "El cliente alemán exige que los suelos en los que se cultiva la fruta tengan un 60% menos de residuos de los que autoriza la Unión Europea, y que en los análisis aparezca un máximo de tres materias activas", señala Martínez.

El perito agrícola, con 24 años de experiencia a sus espaldas, comprueba no solo la higiene sino la calidad de la fruta. Con un refrectómetro mide la cantidad de azúcar de una de las sandías. "El cliente exige 10 grados brix como mínimo. Estas piezas suelen tener más de 12 grados. Siempre vamos más allá de lo que nos piden", afirma. Hechas todas las comprobaciones, el perito da luz verde para que las sandías sean transportadas al almacén.

- El almacén. Tras cargar las sandías en unas cajas especiales, el agricultor Expósito las lleva al almacén de EjidoLuz, una de las filiales de Agroiris. Los visitantes deben entrar con bata y gorro y firmar una declaración jurada de que no sufren enfermedades infecciosas ni han viajado fuera de la UE en los últimos tres meses. Un técnico comprueba a la entrada de la alhóndiga que los frutos cumplen con los estándares de calidad del cliente para el que van destinados. Una vez aceptada y pesada la mercancía llega el que quizá sea el momento más importante de la cadena: la asignación del número de partida, una clave única que acompañará a la fruta hasta su destino final y que se replicará a lo largo de todo el proceso de envasado, empaquetado, almacenamiento y transporte.

- El transporte. El jueves por la tarde, Gabriel Haita sale de El Ejido con destino al mercado central de Hamburgo y posteriormente a Berlín. Antes de introducir la fruta en la caja del camión, el compartimento ha sido lavado y desinfectado -"cada vez que se carga verdura, se lava la caja", afirma el transportista de FríoEjido, una de las empresas de logística más grandes de la ciudad de los invernaderos.

Entre los documentos que Gabriel lleva consigo figura el CMR, una carta de porte internacional en la que se especifica el tipo de carga que se lleva, los datos del chófer y del vehículo y el número de trazabilidad asignado a la partida a la entrada del almacén.

Durante el viaje, de más de 60 horas, el conductor no apaga en ningún momento el Thermoking, el potente frigorífico del vehículo, que funciona con un depósito de 120 litros de gasoil. En las paradas obligatorias, Gabriel abre brevemente la caja del camión para comprobar con un termómetro que la temperatura se mantiene constante a cinco grados. "Los melones y las sandías aguantan mejor, pero los paraguayos necesitan el frío todo el viaje", afirma el chófer. El cargamento llega a Hamburgo el domingo a mediodía.

- Mercado de Hamburgo. A la hora en que Gabriel llega con la mercancía, el GrosseMarkt, un área logística de 28 hectáreas en el corazón de Hamburgo, está casi desierto. A partir de las 22.00, la vorágine se adueña del mercado central hamburgués. Los operarios de las 450 empresas mayoristas de fruta y verdura que han comprado la mercancía la descargan de los camiones y comprueban su buen estado.

- Los minoristas. Casi al mismo tiempo que entran en el mercado central, las mercancías van saliendo en camiones de menor tamaño hacia restaurantes, hospitales o tiendas de barrio. El encargado del supermercado Edeka SchlemmerMarkt, situado enfrente del Ayuntamiento de Hamburgo, asegura que "la gente sigue sin comprar frutas y verduras de ninguna clase, incluso después del anuncio de que unos brotes de soja están detrás de la intoxicación".

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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