Ojo al vídeo
A diferencia de la sala principal, donde se representan las óperas, el Auditorio superior del Palau de les Arts está concebido como un recinto sinfónico con muy pocas posibilidades para un concierto-espectáculo. En el del viernes, además, la orquesta requerida por Respighi ocupaba todo el escenario. Se hizo, pues, lo único que se podía hacer: convertir a la orquesta en el elemento central y proyectar imágenes en la pantalla del fondo y el telón transparente de primer plano. De La Fura dels Baus, que tanto juego dio en la Tetralogía wagneriana, sólo quedaron atisbos residuales: el cuerpo humano como elemento dramático, la utilización del fuego y del agua en las proyecciones, etc. No aportaron gran cosa a la música escuchada las videocreaciones de Emmanuel Carlier. Exceptuando los cuerpos convertidos en estatuas (Fontane di Roma), lo demás podría calificarse de prescindible, y en Pini di Roma se rozó el esperpento: personas disfrazadas de árboles desfilaban, moviendo las ramas y al son de una marcha implacable, por las milenarias piedras de la Via Appia. Si no hubiera sido por la prodigiosa labor del veterano Prêtre, si no fuera por la fuerza que emanaba de la música, es probable que el público se hubiera echado a reír. En las catacumbas, con la orquesta entregada a un delicioso "gregoriano" instrumental, el tema plástico se resolvió simplemente con humo. En fin.
TRILOGÍA ROMANA
De Ottorino Respighi. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Director: Georges Prêtre. Espectáculo a cargo de Carlus Padrissa (La Fura dels Baus) y Emmanuel Carlier. Palau de les Arts. Valencia, 17 de junio de 2011.
El concierto-espectáculo se salvó, pues, por la música y, en varios momentos, las proyecciones estuvieron a punto de arruinarla. Por suerte, Prêtre parecía en estado de gracia, extrayendo de unas páginas que en otras manos suenan desfasadas y efectistas, un sinfín de sutilezas, de sugerencias y de colores. El director francés consiguió moldear, al lado de fanfarrias triunfales, los susurros más íntimos de las fiestas, de las fuentes y de los pinos romanos. Le siguieron en ese camino unos solistas impecables (el clarinete y la flauta, por citar sólo a algunos) y unas secciones fantásticas a todos los niveles. A la salida, unas muchachas ataviadas con extraños ropajes ¿de flores, quizá?, posadas sobre inmensas alfombras blancas, desconcertaron a los asistentes: luego alguien explicó que se trataba de la boda del futbolista Albiol, que había alquilado el Palau de les Arts para el evento.
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