Elogio del acobardado
Doy por hecho, porque en mi infancia yo también he tenido algún amigo en el noviciado del lumpen, que en su vocabulario la palabra "acojonado" no define al falto de valor o temeroso de enfrentarse a alguna contrariedad o riesgo. En el universo conceptual del chulo del patio, el "acojonado" era el que no seguía su particular código ético y se resistía con mayor o menor fortuna a participar en su despótico mundo sin ley.
Leer la transcripción de la conversación mantenida entre la imputada Sonia Castedo y su compañero de sumario Enrique Ortiz, en la que se califica a Ángel Luna como un "acojonado" solo por no ser un corrupto, es a la vez revelador y deprimente. Define mejor que ningún discurso, conferencia o artículo, la consolidación de la política macarra como eje estratégico de esa mancomunidad de presuntos delincuentes en la que se ha convertido el Partido Popular.
Una alcaldesa y un constructor conspiraron para urdir una calumnia, por instrucciones del presidente Camps, contra el portavoz de la oposición. Tras bucear por las cloacas en busca de munición y transcurrido un año entre la conversación grabada por la policía y la aparición del caso Luna, al final optaron por sostener con lo verosímil lo que nunca podrían haber mantenido con la verdad.
Pero con todo, lo más grave de esta historia no ha sido comprobar con toda su crudeza cómo la organización dirigida por Camps abandonó hace años la política para sustituirla por el chantaje, la extorsión o, en el caso que nos ocupa, la persecución personal y la destrucción del adversario. Lo más grave es que nada va a cambiar porque se sienten premiados en su táctica.
El PP sabía perfectamente el nulo recorrido jurídico de su infamia. Pero es que la persecución a Luna jamás se sustentó en la solidez de las denuncias presentadas ante los tribunales sino en la connivencia de una parte del mapa mediático tan corrompido como el gobierno de Camps al que sirve. Los mismos que abrieron sus ediciones a cinco columnas sabiendo de primera mano que publicaban una calumnia, cuando al fin se supo la verdad la obviaron o en el mejor de los casos la despacharon con un breve en página par, consolidando un régimen de terror mediático diseñado para disuadir a cualquiera que decida ejercer la política desde la decencia o el rigor. Al final, la mentira abrió telediarios y la verdad, ni un triste boletín de radio. Ese es sin duda su triunfo que no tengo empacho en reconocer.
Pero la victoria de Luna también existe. Y a diferencia de la insidia con la que se le quiso castigar, su victoria moral perdurará en el tiempo y en la Historia de esta tierra. La misma Historia que condenará con toda seguridad a quien ordenó la construcción de aquel montaje.
Y finalmente, qué ironía, llamar "acojonado" al hombre que firmó la querella, al que levantó la voz y dio luz a los documentos que ellos ocultaban, a quien dejó caer la piedra, a quien miró a la cara al juez y jamás dio la espalda a quienes un día le otorgaron con su voto el escaño y la voz. Menudo acobardado, ya ven.
Josep Moreno es diputado en las Cortes Valencianas por el PSPV-PSOE.
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