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Reportaje:ECONOMÍA GLOBAL

EE UU contra el mundo: El dilema de Bernanke

La Reserva Federal teme tanto un frenazo de la economía como tensiones de precios

El banco central de Estados Unidos va a su ritmo, como si su estrategia monetaria no fuera con el resto del mundo ni le preocupara las repercusiones que pudiera tener su acción, sobre todo en los países emergentes, donde más sufren las consecuencias de su ultralaxa política monetaria. Tanto que el Fondo Monetario Internacional (FMI) les autorizó a aplicar controles a la entrada masiva de capitales en sus mercados. Un nuevo paquete de estímulos de la Reserva Federal, por tanto, no haría más que prolongar la situación.

Ben Bernanke quiere un dólar barato, como señalan desde Merk Investments, para "limitar el impacto" del paro y de la "resaca" provocada por la Gran Recesión. Mientras, Europa ha elegido la vía de la austeridad. Además, levantar de golpe el pie del acelerador de los estímulos generaría un gran revuelo político, apuntan desde JP Morgan Chase, que miran a las elecciones de 2012. Bernanke insiste y cree "injusto" que se acuse a la Fed de alimentar la espiral de precios emergente, que vincula a la rapidez con la que crecen sus economías. -SANDRO POZZI

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La mezcla puede ser letal. Paro persistentemente alto, crecimiento anémico, deuda pública al límite y precios al alza. Ese es el perfil de la economía de Estados Unidos dos años después de que acabara oficialmente la Gran Recesión. Y eso plantea un dilema a la Reserva Federal en la lenta y compleja transición a la normalidad monetaria.

A finales de este mes caducan las medidas que se activaron en otoño para apoyar el crecimiento y combatir la deflación. Son las medidas heterodoxas de política monetaria, la relajación cuantitativa o QE2 (siglas en inglés de quantitative easing) que permitió al banco central comprar hasta 600.000 millones de dólares en bonos. Para ello tuvo que mantener activa la máquina de imprimir dinero, para pagar la deuda que iba comprando y estancar los tipos a largo plazo.

Pero la gran pregunta que circula por Wall Street es si el momento en el que procederá a desmantelarlo es el apropiado. La Reserva se reúne el 21 y 22 de junio. En abril ya debatió sobre el plan de salida de las medidas de estímulo y sobre qué hacer con los 2,7 billones de balance -frente a los 850.000 millones que tenía en balance en agosto de 2007-. Entonces, también se anticipaba en el parqué el fin de dos años de intervención masiva en la economía. La opinión ha cambiado y se buscan señales que indiquen alguna forma de QE3 en camino. Hay muchas variables en juego, la principal será la marcha de la economía y del paro. La Reserva Federal y la Casa Blanca son más bien optimistas y ven una aceleración a partir de ahora. "No estoy preocupado por una recaída en la recesión", decía recientemente el presidente Barack Obama.

Ben Bernanke, el jefe de la Reserva Federal, tampoco. Pero en dos ocasiones esta semana dijo que el mercado laboral está "muy lejos" de recuperarse y que la economía está "muy por debajo de su potencial". Eso justifica que los tipos sigan al 0% durante un periodo prolongado, lo que equivale a al menos cuatro meses más.

"Temporal es el adjetivo correcto", señala UBS al referirse a la desaceleración. Nomura opina lo mismo, aunque con cautela, porque "puede ser más intensa de lo que se cree". La economía creció apenas cuatro décimas (1,8% anualizada) en el arranque de 2011, la mitad de como terminó 2010. El paro vuelve a estar por encima del 9%, con casi 14 millones de desempleados.

Bank of America proyecta un pobre crecimiento del 2% para el trimestre en curso. Goldman Sachs lo sitúa en el 3% y Deutsche Bank confía en el 3,2%. Para el resto del año, en el mejor de los casos, rondaría el 3,5%. El mayor riesgo es que el sentimiento se vuelva negativo, añade RBS. "No harán nada hasta que el mercado diga que lo necesita", opinan desde State Street.

Las posibilidades de un tercer paquete de estímulos monetarios son "bastante bajas", estiman desde el gestor de fondos, del 15% como mucho. "Es muy poco probable", añaden los economistas de JP Morgan Chase. Las perspectivas inflacionistas, señalan, no permiten plantear una compra a gran escala de activos. ¿Cuáles son entonces las opciones que tiene Ben Bernanke?

La vicepresidenta Janet Yellen dio alguna indicación en febrero. Una, se refiere a cómo la Fed va a comunicar al mercado la primera subida de tipos de interés. Otra, a cómo va a manejar su balance y cuándo procederá a reducirlo. Es decir, no parece que el banco central quiera asumir muchos riesgos, por lo que se cuenta con un retraso en el ciclo de encarecimiento del precio del dinero.

Como señalan desde Pimco, el mayor fondo de bonos del mundo, cualquier acción debe ser considerada en términos de un equilibrio entre beneficios, costes y riesgos. Para sus gestores, los daños colaterales y las consecuencias no intencionadas de un nuevo QE son mayores que los beneficios. Eso no quita, sin embargo, que pueda aplicar otras medidas.

"La política acomodaticia seguirá hasta que haya un vuelco real", señala Prudential Financial. Quizás no lo llame QE3, pero el primer paso hacia la normalización monetaria pasaría por dejar de invertir en activos hipotecarios que vencen y con ese dinero realizar otras compras de bonos, según Bernanke. Así no tendría necesidad de tocar el balance.

Una tercera intervención podría, por un lado, reanimar a Wall Street, como pasó tras el discurso de Bernanke en Jackson Hole, en agosto pasado. O, por el contrario, acelerar la corrección de las últimas semanas, porque como explican desde Platium Partners sería la admisión por parte de la Fed de que la economía no es lo suficientemente fuerte como para sostenerse por si sola.

¿Pero ayudó en algo el QE2? Bernanke esperaba que los bajos tipos de interés reactivaran la vivienda, relajaran el crédito a las empresas, que harían subir la Bolsa y apoyarían el consumo. El S&P 500 subió un 25% desde que Bernanke habló por primera vez del QE2 en Jackson Hole y un 34,9% las materias primas. Los bonos a largo plazo cayeron un 7,4% y un 10,1% el precio de la vivienda.

Es decir, cualquier incremento que pudo tener un estadounidense en sus inversiones se lo comió la caída en el valor de sus casas. Y un QE3 tiene el riesgo de crear más burbujas de activos y alimentar el alza de precios. De hecho, uno de los ataques lanzados contra el plan de monetarizar la deuda fue que ha alimentado la inflación y que eso puede obligar a subir tipos antes y más rápido.

El efecto del abandono del QE2 debería ser menor en cuanto a la liquidez disponible, porque su objetivo era evitar una contracción, no expandirla. Lo que está por ver es cómo afecta al crédito a particulares y empresas. Si los bancos siguen prestando crédito, el fin del QE2 no se notará. Pero si se estanca o se contrae, habrá motivos para preocuparse, concluye MF Global.

Es decir, con o sin QE3, lo cierto es que Bernanke pone el listón de la política monetaria muy alto para cualquier subida de tipos, como señala Goldman Sachs. "A corto plazo, permanecerán en la zona de la inacción". Y eso ejercerá una presión a la baja sobre el dólar, según Global Hunter Securities. Y con el billete verde más barato, el precio de las materias primas sube.

El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, durante una  comparecencia en el Senado.
El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, durante una comparecencia en el Senado.J. ERNST (REUTERS)

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