"Con sombrero se liga más"
Cort expone una colección de tocados con joyas de Ana y Natalia Arambarri
El primer sombrero de Candela Cort (Madrid, 1959) fue un collar. Antes de dedicarse a los tocados, la diseñadora madrileña hacía collares, pulseras, anillos, broches... hasta que un día, al quitarse uno de sus collares, se le quedó atrapado en la cabeza. Al mirarse en el espejo ese golpe de azar se le mostró como una revelación: "Me di cuenta de cómo me favorecían los adornos de cabeza y empecé a hacer sombreros para mí".
Ahora las paredes de su tienda en el distrito de San Blas están repletas de sombreros, diademas y tocados de todo tipo. Durante la sesión de fotos el teléfono no para de sonar. Casi todo encargos, pero también clientas satisfechas, sus llamadas preferidas.
Licenciada en Bellas Artes, Cort se recuerda siempre con labores y proyectos manuales. "Desde que era una niña hacía cosas con las manos, sabía coser, hacer ganchillo, bordar, iba por la playa y cogía conchas para hacer collares y metía macarrones en el horno y los pintaba", afirma. Tras acabar la carrera trabajó 10 años como fotógrafa, una profesión que combinó con los diseños de tocados hasta que los pedidos de sombreros sobrepasaron los encargos de fotos.
Utiliza todo tipo de materiales, desde tul y rafia hasta radiografías
"Admiro a las hijas de Sarah Ferguson por atreverse con algo tan disparatado"
"Con un sombrero la gente te mira, te sonríe, te dice piropos y ligas más", asegura Cort, que defiende que con un adorno en la cabeza la vida es más divertida.
La sombrerera utiliza todo tipo de materiales: tul, rafia, papel pintado, radiografías, plástico, malla y hasta papel higiénico. La inspiración en materiales transparentes, ligeros, dóciles, transformables y muchas veces reciclados son una de las señas de identidad de esta diseñadora, que reconoce que lo que más le gusta es "el proceso creativo".
El trabajo de Cort tiene también mucho de psicóloga, de intuir cómo es la clienta y qué modelo le va; por eso, observar cada detalle es importante -la ropa, los movimientos y hasta la manera de hablar-. Al igual que para escoger una chaqueta, un vestido o unos zapatos, para elegir un sombrero influyen rasgos como la forma de la cabeza, el peinado, el corte de pelo, el cuello, la nariz, la altura y la personalidad. "Cuando pruebo un sombrero no suelo equivocarme porque veo muy bien qué pide cada cabeza".
Cort asegura que muy pocas veces no se ha entendido con la clienta, aunque matiza que hay tres tipos de encargos que rechaza: "Los trabajos muy específicos, las copias de otro sombrero y los clones de alguna de mis creaciones porque nunca me salen dos modelos iguales, puede ser parecido, inspirado pero no igual porque mi último trabajo es siempre más bonito que el anterior".
Defiende que todo el mundo puede encontrar el adorno que le sienta bien y que la única condición para llevar un sombrero es "estar convencido y querérselo poner".
Culo inquieto, además de diseñar se embarca en colaboraciones, exposiciones y retos profesionales. El último es Cosmos, una muestra en la que las creaciones de la diseñadora se enriquecen con las joyas de Ana y Natalia Arambarri. Un hecho paradójico si tenemos en cuenta que la primera muestra de Cort fue de joyas. "Pero", explica, "mis adornos no eran piedras preciosas, lo mío siempre ha sido arte povera" -creaciones basadas en materiales pobres como cristal, tela, plomo o arcilla-.
Antes de Cosmos, el Museo del Traje acogió una exposición en la que Cort embellecía con sus diseños a las protagonistas de grandes obras de arte como La dama del armiño, de Leonardo da Vinci, o la Mujer con corbata negra, de Modigliani. "Siempre me preguntaban a quién me gustaría hacer un tocado y siempre me quedaba en blanco. Así que me busqué a las clientas más fabulosas de la historia. Fue una forma de volver a mis orígenes y de modernizar a los clásicos".
Exposiciones, desfiles, películas como Una mujer bajo la lluvia, de Gerardo Vera y hasta óperas como O corvo Branco, de Robert Wilson. El único reto pendiente de Cort es crear sombreros para hombres, un trabajo para el que se siente incapaz porque se considera "demasiado femenina".
María Rosa Salvador (promotora del Premio Aguja de Oro), Carla Royo-Villanova o Elvira Fernández -esposa de Mariano Rajoy- han lucido modelos de esta diseñadora, que firmó más de 20 tocados en la boda de la infanta Cristina.
Sobre las creaciones que se vieron en la boda del príncipe Guillermo y Catalina Middleton, Cort se queda con los llamativos modelos que llevaron las hijas del príncipe Andrés y de Sarah Ferguson. "No me gustaban sus tocados, pero me encanta que se hayan atrevido a ponerse una cosa disparatada. Me encanta la gente que se atreve con todo, lo valoro mucho quizá por mi timidez".
Su próximo proyecto versará sobre la vegetación, el paisaje y las nubes de la isla canaria de La Gomera. Pero, como siempre, los diseños pasarán por sus manos y también por su cabeza. "Todos los sombreros los hago para mí, trabajo con un espejo detrás de mí y hasta que no me veo guapa, no les doy el alta".
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