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Maisky aporta contenido a la Cidade da Cultura

El violonchelista Mischa Maisky (Riga, Letonia, 1948) celebró el martes y el jueves dos recitales en Santiago, en la Biblioteca de la Cidade da Cultura, en los que abordó las seis suites para violochelo solo de Bach. El primer concierto en aquella sala completamente blanca, construida con grandes filas de estanterías vacías de libros que la doten de su sentido básico, tuvo una mayor presencia de espectadores.

Tanta blancura y frialdad visual se vio compensada por el calor que Maisky presta a sus versiones de la monumental obra bachiana. Porque el discípulo de Mstislav Rostropóvich y Gragor Piatigorski es de los pocos intérpretes que en el siglo XXI se permiten nadar a contracorriente. Maisky combate a brazadas las poderosas aguas de la llamada interpretación con criterios históricamente informados, corriente interpretativa discutible como cualquier otra, pero casi plenamente asumida en la actualidad por la mayoría de los músicos.

Maisky interpreta algunas piezas de forma un tanto rapsódica; usa tempos y ritmos con una elasticidad rayana en ocasiones con lo caprichoso, con prolongadísimas fermatas en esos silencios que en el barroco indican fundamentalmente respiración. Y, finalmente, emplea abundantemente un vibrato hoy proscrito si no es como adorno ocasional.

Problemas de afinación

Cuando pocos intérpretes actuales son capaces de enfrentarse solventemente a la integral de las seis suites, la apabullante personalidad de Mischa Maisky pasa por encima de criterios y opiniones. No convencerá a los historicistas, pero la pasión con que impregna todas sus interpretaciones y la belleza de sonido extraída de su violonchelo Montagnana emocionan.

De los dos conciertos que ofreció en la Biblioteca de la Cidade da Cultura cabe señalar, no obstante, lo que se presenta como una cierta irregularidad en la preparación de estas suites que toca habitualmente hace décadas.

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Solamente así se explican algunos problemas de mecanismo o afinación que el público siempre habría considerado inverosímiles en Maisky. Máxime, cuando se oyen junto a la serenidad del preludio de la Suite nº 4, el hondo sentimiento de su sarabanda, la solemne naturalidad del preludio de la nº 5 y la definición de carácter el preludio de la Suite nº 2 en la suprema sencillez de sus tres notas iniciales.

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