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Un libro rebate los mitos de la Constitución de 1812

La Constitución de 1812 abrió las puertas a la libertad. Fue el germen de los derechos básicos que hoy disfrutamos. Sentó las bases de la democracia. El bicentenario de esta carta magna se ha sustentado sobre este tipo de contundentes sentencias pero un libro, 1812. La libertad acaparada (Absalon Ediciones), rebate la teoría que encumbra este texto aprobado en Cádiz. Su autor, Jaime Pastor, se aparta de la versión oficial y disecciona con mirada crítica las paradojas de aquellos artículos y las mentiras de la actual celebración.

Pastor se sirve de las tópicos sobre el bicentenario para pisotearlos. "Dicen que esta Constitución fue la semilla de la libertad. Para mí, fueron los huevos de la serpiente que dieron pie a blindar los derechos de las minorías". El autor, nacido en Cádiz en 1949 y licenciado en Filosofía, compone en su ensayo una visión contraria al discurso que se ha creado en torno a este texto. "La mía es una visión multidisciplinar que trata de hurgar en la caja negra de nuestra cultura".

El escritor parte de una hipótesis: la Constitución de 1812 no garantizó, como se ha dicho, los derechos del pueblo ni las libertades políticas ni la soberanía popular. Y cree haberlo demostrado en su libro. "Todo eso es falso. El Doce fue un episodio más de una corriente de constitucionalismo liberal burgués cuyo propósito fue que una minoría pudiese apropiarse de determinados derechos. La burguesía acaparó esa libertad y el pueblo quedó excluido", sostiene. "El constitucionalismo burgués traiciona los principios de libertad".

Neoliberalismo

Pastor no comparte tampoco que el texto sirviera para aflojar la opresión ni consolidar derechos como la libertad de imprenta. "La libertad fue hecha por periodistas pero muchas veces las empresas impusieron a los periódicos precios prohibitivos para que muchos no pudieran comprarlos", sostiene. También sostiene que el liberalismo de entonces fue el germen del neoliberalismo actual, el causante de la crisis.

El autor no quiere ganar amigos entre los que quieren festejar este doble centenario. "El Doce es una cartela publicitaria con foros, encuentros, infraestructuras, exposiciones", recoge el libro. Y pone un ejemplo llamativo. Las fiestas del bicentenario se ilustran con un grupo de animación ataviado como hace dos siglos, trabajadores al que las Administraciones pagan tarde y mal. "La historia se repite. Las ceremonias de legitimación, los fastos, primero; los salarios, luego", reza su texto.

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