Silva lidera el festival de España
La selección golea a EE UU en un choque donde debutó Borja Valero y Torres rompió su sequía
La selección española pasó por encima de los Estados Unidos en el Gillette Stadium de Foxborough, el estadio levantado sobre las ruinas del viejo estadio de Massachusetts donde España perdió los cuartos de final del Mundial de 1994 contra Italia, y Luis Enrique los huesos propios de la nariz por un codazo de Tasotti.
Mantuvo Del Bosque la idea y el planteamiento, y voló su equipo, que jugó de memoria ante una decepcionante selección estadounidense. Ni punto de comparación con aquel equipo que en Bloemfontaine le ganó a España el derecho de jugar la final de la Copa Confederaciones en 2009. Condicionado por el inicio de la Copa de Oro que comienza el próximo martes, Bob Bradley, el seleccionador de los yanquis, se guardó a su hijo Michael y a Dempsey en el banco y entre otros retoques, cambió a los laterales de banda. Decisiones determinantes, que condicionaron mucho el rendimiento del combinado de Estados Unidos. "Manejar el plantel en estas condiciones es como jugar al sudoku" avisó el entrenador norteamericano: no le cuadró la suma ni por casualidad.
EE UU 0 - ESPAÑA 4
Estados Unidos: Howard; Spector, Onyewu (Goodson, m. 46), Ream, Lichaj; Rogers (Dempsey, m. 46), Jones (Bradley, m. 46), Maurice Edu (Cherundolo, m. 46), Kljestan; Agudelo y Altidore (Wondolowski, m. 46). No utilizados: Hahnemann; y Bedoya.
España: Reina (Casillas, m. 75); Ramos (Capdevila, m. 64), Piqué, Albiol, Arbeloa; Busquets (Bruno, m. 46), Alonso; Cazorla, Silva (Borja Valero, m. 64), Villa (Iniesta, m. 46); y Negredo (Torres, m. 46). No utilizados: Valdés; Marchena, Iraola, Manu y Pedro.
Goles: 0-1. M. 27. Cazorla. 0-2. M. 32. Negredo. 0-3. M. 41. Cazorla. 0-4. M. 73. Torres.
Árbitro: Roberto Silvera (Uruguay).
68.700 espectadores en el Gillette Stadium de Boston.
Salió España como un tiro, armada en un clásico 4-2-3-1 con Reina de portero, y al cuarto de hora ya había rematado cuatro veces a la portería de Howard, incluido un gol anulado a Silva por juega de fuera de Villa. Tan rápido se pasaban el balón que a ratos parecía que jugaba el Barça vestido de blanco. Por dentro y por fuera, en corto o en largo, la selección de Del Bosque jugó una primera parte espectacular. En especial Silva, que jugó por detrás de Negredo y encontró espacios con una espectacular intuición. Lo del canario no fue simplemente un buen partido, fue un festival de pases y regates. A su talento se enganchó la selección, que no jugaba mejores minutos desde que hace un año, en Sudáfrica, ganó el Mundial.
De las botas del jugador del City llegaron el primer y el tercer gol de España, ambos de Cazorla. Tirando paredes se metió hasta la cocina para regalar el balón a la llegada del asturiano. En medio, Xabi Alonso, líder y capitán del equipo en la soleada tarde de Foxborough. El equipo saltó a la presión ahogando a los americanos, que nunca dieron tres pases seguidos y si buscaron en largo se encontraron con Piqué y Albiol. El único pero de la selección está en los laterales. Sergio Ramos está pidiendo a gritos jugar de central porque se va y no vuelve, generando desequilibrios innecesarios y exigiendo demasiadas coberturas al central, a menudo, a destiempo. Por la otra banda, Capdevila no tiene sustituto. Arbeloa cumple en defensa, pero no le alcanza a colaborar ni en la salida ni en la llegada al área rival.
Los cambios en el segundo tiempo no alteraron ni el orden ni el criterio. El campo, regado a golpe de manguera antes de empezar el partido, ya estaba seco a esas alturas de la tarde y costó mover la pelota con la facilidad del primer tiempo. El marcador permitió pruebas tácticas a Del Bosque, jugando con línea de tres atrás, metiéndose Bruno entre Piqué y Albiol, sumando los laterales a la línea del centro del campo. El debut de Borja Valero, un gol de Torres, que no marcaba con La Roja desde el 3 septiembre del año pasado, a pase del centrocampista de Hortaleza y el cuarto de hora que jugó Casillas para alcanzar los 120 partidos internacionales, cerraron un partido que Silva convirtió en un festival.
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