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Reportaje:

Un rap nacido entre rejas

El Maka presenta en Granada su disco gracias a un permiso penitenciario

Las reclusas se asoman al patio y tras los barrotes le lanzan piropos y le piden un disco. El Maka es un golpe de aire fresco y de ilusión en la prisión de Albolote (Granada), en la que entró hace un año y ocho meses tras atracar un salón de juegos y ser detenido con un kilo de hachís. "Un currículo que ya conoce todo el mundo, a ver cómo encuentro un trabajo cuando salga de aquí", asegura, esperanzado en poder dedicarse a la música cuando cumpla sus cinco años de condena.

Francisco Javier Rodríguez Morales (Granada, 1985) saldrá esta noche de la cárcel con un permiso especial para dar el concierto de presentación de su disco A la sombra de la realidad, que ha sido producido por Maco Records, el sello discográfico de la prisión, con la colaboración de otros internos como Bejeta, productor, y Tony Salas, uno de sus cómplices incondicionales.

"Va a ser un momento muy especial. Antes ya había dado conciertos, pero nada parecido", explica El Maka en el patio de la prisión, mientras se fotografía con la torre de vigilancia al fondo. A las nueve de esta noche, en la Sala El Tren de Granada, podrá escucharse al rapero, que lleva colgado del cuello un cordón con la fotografía de su hijo de tres años y que está convencido de que la música le está dando la libertad. "No soy libre pero mi música está fuera y una parte de mí está con ella. Aquí dentro te aferras muchísimo a este tipo de cosas", explica.

No se trata de una pose como las que finge cuando le fotografían. En las distancias cortas, no es un duro, ni un macarra, ni sostiene la mirada como un rapero desafiante. A El Maka se le ve la soledad, con una pizca de inocencia. Dedica una sonrisa cómplice a quienes le rodean y le muestran una admiración sincera. "Aquí la gente está muy contenta con esto del disco. Se alegran de que me hagan entrevistas y de que salga en televisión". Cuando se le pregunta por el pasado, la felicidad del presente se hace más cruda. "Sé que me merezco estar aquí porque le he hecho daño a la gente. Es algo que tengo muy asimilado. Lo que más siento es lo de mi hijo de tres años", dice.

"Mi familia no tiene la culpa. Mi madre murió hace cuatro años. Yo les he fallado porque ellos querían que estudiara y yo era un chaval listo, aprobé la ESO sin estudiar nada. Nací en el Almanjáyar (un barrio marginal de la capital) y allí te habitúas a cosas que no están bien. Primero con los amigos haces algún robo y después acabas en un atraco. Pero tampoco eso es un motivo suficiente", concluye.

A la sombra de la realidad es el segundo trabajo discográfico del joven, que antes hacía "cosas mucho más blanditas", como explica Bejeta, quien también acabó en prisión y se llevó en la maleta su experiencia profesional en estudios discográficos y montajes de conciertos. Ahora tiene que trabajar en un estudio por el que cada día pasa un artista diferente, según el género. Los lunes para el flamenco, los martes para el rock, los miércoles tecno... son las normas de la cárcel. Él los graba con una calidad que impresiona y con un ordenador que provoca frustración. Sus 512 megas de RAM obligan a repetir una y otra vez las tomas de sonido. "Hacemos lo que podemos con lo que hay, pero es una suerte haber encontrado esta ocupación", agradece.

Para El Maka, la suerte es haberlo encontrado a él, su compañero de celda, que le ha sacado "lo mejor" de su música. Y a don Goyo, el técnico sociocultural de la prisión, todo un cómplice de los presos que encuentran una vía de escape en el arte. "Tenía consistencia para hacer algo bueno y había que apoyarle. Está nervioso con el concierto. Se mezclan muchas cosas para él", dice.

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