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Los problemas del campo andaluz

La trashumancia, en vías de extinción

La ocupación de caminos pecuarios lastra una práctica con siglos de vida

Ginés Donaire

José Antonio Torres recuerda con nostalgia la primera vez que tuvo que hacer la trashumancia del ganado. Tenía siete años y acompañó a su familia en el traslado de las ovejas desde Baena, en la campiña cordobesa, hasta Cabra del Santo Cristo, en la Sierra Mágina de Jaén. Hoy, con 51 años, este ganadero, que explota una cabaña de 600 cabezas de ganado ovino, asiste con frustración e impotencia al declive de una práctica con siglos de vida y que ha sido clave para la conservación de la ganadería extensiva y de las razas autóctonas.

"Tienes que haber echado los dientes en este oficio para que sigas luchando por él, porque la rentabilidad es cada vez menor y las trabas para mantener la trashumancia aumentan día a día", admite José Antonio, mientras vigila a su ganado pastando cerca del pantano jiennense del Giribaile. Las trabas a las que se refiere este pastor son, principalmente, la desaparición progresiva de las vías pecuarias, que se crearon en el siglo XIII para el paso del ganado y que hoy se encuentran en un estado intransitable, cuando no directamente valladas, o invadidas por carreteras o embalses, y muchas veces rociadas con productos químicos tóxicos.

Medio Ambiente ha deslindado 8.000 de los 30.000 kilómetros de vías pecuarias
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Las vías pecuarias existentes en Andalucía suman más de 30.000 kilómetros, pero alrededor del 76% de ellas se encuentran ocupadas. "Las vías pecuarias están prácticamente perdidas y el primer usurpador es la propia Administración", sostiene Emilio Gómez, presidente de la Asociación Andaluza en Defensa de la Trashumancia.

Con todo, en Andalucía aún se mantienen dos importantes rutas trashumantes. Las dos coinciden en la Sierra Morena jiennense, pero una parte desde las sierras de Cuenca y Teruel y la otra desde la comarca de la Sierra de Segura. Los pastores buscan climas más templados y pastos en los meses invernales. Según un censo del Ministerio de Medio Ambiente, a principios de la década de los noventa cerca de 200.000 cabezas de ganado practicaban la trashumancia en Andalucía, la mayoría en las provincias más orientales. Pero hoy, a falta de censos oficiales, se sabe que las cifras son casi testimoniales. "No hay más de 20.000 cabezas que mantienen esa actividad, pero apenas la mitad sigue utilizando las veredas y vías pecuarias, el resto son transportadas en camiones", apunta Emilio Gómez, que valora la contribución de la trashumancia al mantenimiento de corredores ecológicos y a la conservación de razas autóctonas (ovejas segureña y merina) y en peligro de extinción (cabras negra serrana y blanca andaluza).

La Consejería de Medio Ambiente ha deslindado desde el año 2007 algo más de 8.100 kilómetros. Hasta el año 2020 quiere llegar a los 24.000 kilómetros, pero el proceso se ralentizó por los recursos planteados por Asaja, que consideraban que la jurisdicción competente para esos deslindes es la civil y no la administrativa. "No estamos en contra del paso del ganado, pero sí de la usurpación de las tierras por parte de la Administración autonómica", asegura Luis Carlos Valero, gerente de Asaja en Jaén, una organización que recogió miles de firmas en defensa de un patrimonio que, en su opinión, es propiedad de 20.000 familias jiennenses.

La Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) llevó a cabo en días pasados un acto para reivindicar la recuperación y la puesta en valor de las vías pecuarias. Lo hicieron acompañando a unas 2.000 ovejas y a un centenar de pastores en su recorrido de 11 kilómetros en plena carretera autonómica A-301, entre Úbeda y La Carolina, y custodiados por la Guardia Civil.

A los ganaderos no les ha quedado otra opción que adentrarse en la carretera desde la construcción del pantano del Giribaile. "Tenemos que salir a la carretera con los perjuicios que ocasionamos, tanto al tráfico como a las propias ovejas, que enferman en las pezuñas por el asfalto y siempre hay un porcentaje que muere", señala José Antonio Torres, responsable de ganadería de la UPA. Y advierte: "Si tenemos la desgracia de que cualquier vaca brava embista a una persona, ¿qué pasará?".

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