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La desidia que acabó con un bosque centenario

El monte de Cascaxide, en Silleda, sigue sin ser repoblado tras la tala de 2010

De nada han servido los esfuerzos de Lucía Espinosa, propietaria del pazo y del bosque de Cascaxide (Escuadro, Silleda) por conservar intactas las siete hectáreas de monte heredadas de su padre en 1985, a las que Medio Ambiente reconoce un alto valor ecológico. Los robles, abedules, acebos y pinos centenarios que rodeaban la casona del siglo XVIII fueron talados en septiembre del año pasado por orden de la usufructuaria, la madre de Espinosa, después de que fracasaran los intentos de la dueña para que la propiedad fuese declarada Espazo Privado de Interese Natural (EPIN) primero y Espazo Natural de Interese Local (ENIL), después. Ayer, transcurrido casi un año desde la polémica tala de Cascaxide, la actuación de la Administración local de Silleda y la de Medio Rural llegó a comisión parlamentaria.

La propietaria solicitó sin éxito dos veces protección para la finca

"Queremos que se aclare cuál fue la actuación de Medio Rural para evitar la tala cuando esta contaba con el apoyo del pleno de la corporación municipal", reclamó Carmen Gallego, encargada de formular la pregunta a Ricardo García-Borregón, director general de Conservación da Natureza. "La autorización de aprovechamiento fue concedida por silencio administrativo en 2007, con el Gobierno bipartito", respondió García Borregón, señalando a sus antecesores en el cargo. Si la Administración no responde a la petición de tala en 15 días, el solicitante puede ejecutarla. Así sucedió en enero de 2008. La propietaria, Lucía Espinosa, paseaba por el bosque aledaño al pazo cuando se percató de que las máquinas ya habían empezado a cortar los árboles. "Estaban serrando acebos, que es una especie protegida", recuerda. Espinosa, perito agrícola y premiada en 2008 por el Ministerio de Medio Ambiente y la ONG Bosques sin Fronteras por el cuidado dispensado a su monte, inició entonces una larga lucha para paralizar toda agresión a este espacio natural, que conservaba especies centenarias y hasta 119 especies de fauna.

Espinosa buscó el apoyo el Ayuntamiento, encabezado aún por la socialista Paula Fernández, que se lo dio solicitando a la Xunta la declaración de Cascaxide como Espacio Privado de Interese Natural, (EPIN), la manera más directa de suspender, al menos provisionalmente, la tala del bosque. El pleno de la corporación apoyó la solicitud por mayoría, pero en enero de 2009, cuando Medio Rural solicitó un documento que probase el acuerdo de los titulares de los derechos de usufructo y propiedad del monte, imposible puesto que fue el desencuento entre madre e hija el que ocasionó el conflicto. La Xunta acabó desestimando la petición ese mismo mes. Espinosa hizo entonces un segundo intento, solicitando la declaración del bosque como Espazo Natural de Interese Local (ENIL), pero la iniciativa se frustró de nuevo porque el Ayuntamiento, ya dirigido por la tránsfuga Ofelia Rey, desoyó la petición de la consellería de aportar más información a la solicitud. Fue en febrero de 2010. "La usufructuaria no consiguió talar el monte mientras hubo un gobierno progresista en Silleda", acusó Gallego, que reivindicó el "derecho de la propietaria a que el bosque le sea devuelto en las mismas condiciones que cuando lo heredó".

Desestimada la segunda solicitud de protección de Cascaxide, que paralizaba de manera provisional cualquier tala, Medio Rural concedió la autorización para talar 1.200 árboles a la usufructuaria, amparada por una sentencia de la Audiencia Provincial de Lugo. "Para la realización de cortas en un terreno forestal que no esté especialmente protegido, las normas las fija la Lei de Montes vigente", señala Medio Rural a través de un comunicado. En otras palabras, el bosque de Cascaxide, que Medio Ambiente definió de "zona de especial protección" y merecedor "de especial atención por su fragilidad" en el documento de evaluación ambiental del Plan Xeral de Ordenación Municipal de Silleda, no goza de ningún amparo más que el fijado para cualquier otra formación forestal.

Arrasado el bosque -quedan algunos robles y árboles jóvenes-, a Espinosa solo la consuela que la usufructuaria cumpla su obligación de repoblar y limpiar los restos que quedaron abandonados en Cascaxide tras la tala. Por ahora, ninguna de las dos cosas ha ocurrido, aunque Espinosa asegura que no parará hasta lograr que el bosque quede limpio, porque su estado actual lo convierte en una bomba de relojería en caso de incendio. Lamenta que para talar "haya carta blanca y que no se compruebe siquiera si hay especies protegidas o si se destrozan hábitats".

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