No se oye una mosca
MONTE DO CHORA CASCAS, turismo rural en el Alentejo portugués
A medio camino entre Badajoz y Lisboa, en plena llanura del Alentejo, descolla la silueta de un torreón superviviente al castillo de Montemor el Nuevo, donde se dice que Vasco de Gama ultimó los preparativos de su expedición a India. El lugar inspira todos los días a Sónia Estima Marques cuando abre las ventanas de su habitación y recuerda los días allí vividos con su padre, ya fallecido, durante el acondicionamiento de una antigua alquería como hospedaje de turismo rural. No se oía una mosca, lo cual les animaba a esmerarse con los detalles que asegurarían un flujo de clientes tranquilos y generosos con su tiempo. Espacios amplios, sofás cómodos con vistas a la lejanía, regusto de épocas pretéritas, juegos de penumbras entre la casa y sus anexos porticados, jardines mimados con maceteros repletos de flores, setos divisores y muretes invadidos por la hiedra, un cierto manierismo rústico que la propietaria trata ahora de actualizar en las últimas obras a punto de inaugurarse y, lo mejor, una piscina de dimensiones casi olímpicas.
MONTE DO CHORA CASCAS
PUNTUACIÓN: 6,5
Categoría oficial: B&B de turismo rural. Apartado de correos 296, Monte do Chora Cascas, 7050-013, Montemor-O-Novo, Portugal. Teléfono: +351 266 89 96 90. Internet: www.montechoracascas.com/. Instalaciones: jardín, piscina, tenis, salón, comedor. Habitaciones: 7 dobles con calefacción, teléfono, secador. Servicios: no hay facilidades para discapacitados, animales domésticos prohibidos. Precios: habitación doble, desde 100 euros, desayuno e IVA incluidos.
Ya desde fuera, el verde botánico percibido en el interior y la gracia lugareña de la cal con lechadas añiles perfiladas en la verja que da acceso a la finca anticipa una atención femenina. Los adornos florales, omnipresentes en cualquier rincón, corroboran el carácter de quien se pondrá al cuidado de los huéspedes, capaz de asegurarles desde la bienvenida una vivencia hogareña y culta, ni muy forzada, ni tan desprendida.
Distintas instalaciones independientes conforman una disgregación inteligente de los espacios para que la arquitectura tenga un impacto mínimo. La biblioteca, el comedor, la sala de billar, la tejavana de las bicicletas, la pista de tenis... No existe un restaurante propiamente dicho, sino una especie de bufé con productos locales y elaboraciones caseras para entretenerse mientras se disfruta de un día de hamaca y piscina. Para ingestas más exigentes, Sónia recomienda un local bien ambientado en el pueblo de Montemor.
Cada habitación expresa un estado de ánimo, un color. El amarillo pone a juego las colchas, las cortinas y un lienzo de pared, junto a un lavabo cerámico con estampaciones típicas alentejanas. El azul y granate se hace acompañar de unos cabeceros de madera noble y algunos muebles de mimbre bien trenzado. El naranja encanta por su dosel de alambre y su cabecero de volutas. A falta de los últimos arreglos, el granate embriaga por la densidad cromática de sus muros y proyecta al exterior un delicioso alpendre (porche con terraza). En ninguno de ellos faltan los adornos de quincallería rural que constituyen la seña de identidad del turismo de interior en Portugal, supeditados en todo caso a la comodidad de un buen colchón y unas sábanas de hilo que hacen olvidar lo superficial.
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