Erotismo en el Golfo
La literatura amorosa o erótica tiene una larga tradición en el mundo árabe-islámico. Las mil y una noches es una obra de perfumado erotismo, y lo que el gran arabista español José García Gómez calificó de extraordinaria joya de la literatura andalusí, El collar de la paloma, escrita en el siglo XI por el cordobés Ibn Hazm, es una de las exploraciones más extensas del amor en prosa y en verso. Pero el grueso de esa literatura ha tenido siempre como protagonista al hombre, reduciendo a la mujer a bello objeto de contemplación y goce.
En los últimos años ha habido, sin embargo, una explosión de novela erótica en el país menos cosmopolita del mundo islámico, Arabia Saudí, y lo más novedoso es que la mujer pasa de objeto a sujeto, como narradora tanto en la ficción como en su calidad de autora.
No llega, sin embargo, a tratarse de un soft-porno, al estilo de Occidente, sino de una cierta explicitación de conductas sexuales, que no por ello preocupa menos a las autoridades saudíes, sobre todo cuando las novelistas son mujeres.
Desde 2005 o 2006 no ha dejado de crecer el número de novelas, hasta llegar a más de un centenar en los últimos dos años, escritas por autores de ambos sexos, publicadas en Beirut, ese gran puerto franco del placer en el Machrek (Oriente) del mundo árabe.
Las heroínas de obras como Mujeres de vicio y Chicas de Riad están muy alejadas de lo que es la vida de esposas, madres e hijas de la sociedad saudí, puesto que pertenecen a una jet-set que circula por Occidente con una familiaridad solo hija de sus abundantes medios económicos.
Arabia Saudí, como toda la zona del Golfo, está sufriendo, en cualquier caso, un proceso de modernización real, si bien en cámara lenta. La posibilidad de creación, por ejemplo, de una asamblea democráticamente elegida, se ha aireado más de una vez, y es notable también el éxito creciente de lo que a los puristas wahabíes solo puede parecerles una abominación como es el rock, incluso de raigambre local. Música y literatura no son necesariamente agentes de democratización, pero con ellos se cuela de rondón el siglo XXI. Y a ese ya no hay quien lo pare.
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