Y Europa ardió tres veces
El rescate griego no ha cumplido sus objetivos. El temor ahora es si también fallará en Irlanda y Portugal
Los funcionarios de la Comisión Europea y del FMI saludaron el rescate griego en mayo del año pasado con una indisimulada alegría. La inyección de 110.000 millones de euros comenzaba de una forma "convincente", según aseguraban entonces fuentes comunitarias. Eran los mismos que propagaban su "fe" en que el plan ayudaría a Atenas a salir del agujero en el que las trapacerías contables del Gobierno habían metido y elogiaban los "impresionantes progresos" que hacía el Ejecutivo socialista de Yorgos Papandreu. La idea era que el rescate serviría para que Grecia pudiera poco a poco volver a caminar sin muletas y retornar al mercado para financiarse en uno o dos años. Pero nada de eso ha ocurrido.
Si España cae, es probable que la eurozona se venga abajo
La presión de los mercados ha continuado pese a las ayudas
Esta misma semana el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, rompió un tabú al admitir la posibilidad de que el país tenga que reestructurar su deuda. De una forma suave, eso sí, lo que implicaría alargar los plazos de devolución en lugar de que los inversores sufrieran una quita. "El plan ha fracasado en su forma original. La deuda es hoy mayor que antes y la economía sigue hundida. Se ha ganado un tiempo que no ha servido para nada", resume Alfredo Pastor, profesor del IESE y ex número dos de Economía durante los Gobiernos de Felipe González. "El rescate preveía que el mercado se restablecería a mediados de 2012, pero la propuesta de Merkel y Sarkozy de obligar a los inversores a aceptar una quita volvió a encender los mercados", señala Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters. "Es imprescindible que la reestructuración sea suave. Si no es así, Grecia tendría que salir del euro y el efecto se contagiaría a Irlanda y Portugal", añade Antonio Bernardo, consejero delegado adjunto de la consultora estratégica internacional Roland Berger.
El cortafuegos que se intentó crear alrededor de la península del Peloponeso no ha funcionado. En noviembre del año pasado Irlanda solicitaba el chorro de dinero de la Comisión y del FMI para evitar la quiebra de otro país de la eurozona, y en abril ocurrió lo mismo en Portugal. La mayoría de analistas coinciden en que el efecto dominó se ha detenido ahí, y que la próxima ficha, España, no caerá. Pero también aseguran que si esto ocurriera el golpe sería tan duro que es probable que la eurozona no lo resistiera.
"No hay que olvidar que el peso conjunto de los países rescatados ronda el 6%. Los tres casos son distintos, tienen en común su pequeño tamaño", explica el portugués Bernardo, que atribuye el fracaso del plan griego el que se centrara exclusivamente en la reducción del déficit y no en las medidas estructurales que propiciaran un crecimiento económico a medio plazo.
Cada rescate ha obedecido a motivos distintos. El griego se desencadenó cuando Papandreu desveló que el Gobierno anterior había mentido sistemáticamente en los datos macroeconómicos que había enviado a Bruselas y que 2009 no acabaría con un déficit del 3,7%, sino del 12,5% del producto interior bruto. Al final fue incluso mayor, del 15,5%.
El pecado irlandés, sin embargo, estaba en su hipertrofiado sistema financiero. La inyección de dinero en bancos ruinosos como el Anglo Irish o Allied Irish -ayudas que ya ascienden a 70.000 millones de euros- disparó el déficit público el año pasado hasta la alucinante cifra de 32% del PIB. Además de costarle el Gobierno al partido que había regido los destinos del país desde la independencia, el manguerazo de dinero a unos bancos que se habían volcado en los años del boom en productos financieros basura desencadenó el rescate de 85.000 millones. El 40% de este dinero está destinado directamente a rescatar a los mismos bancos que originaron la catástrofe.
Y, por fin, Portugal, que sufrió años de crecimiento anémico incluso en la época en la que los vecinos europeos gozaban de una salud robusta. Pese a las declaraciones contrarias del primer ministro, hacía ya bastantes meses que los expertos daban por hecho el rescate a un país hundido por una deuda pública descomunal, un alto déficit y una economía estancada y necesitada de grandes reformas estructurales. Pero fue el voto en contra por parte de la oposición al tercer plan de ahorro que presentaba el Gobierno socialista el que desencadenó el final que todos conocían: un rescate por valor de 78.000 millones.
Frente a las diferencias de cada uno de estos tres alumnos díscolos del euro, algunos puntos en común. Los Gobiernos de los tres países se han visto obligados a aprobar planes de ajuste salvajes que han topado con la oposición de la opinión pública. Tras varias oleadas de recortes -bajadas de sueldo de funcionarios y pensionistas, menos ayudas sociales, subidas consecutivas del IVA...-, esta semana el Gobierno griego ha anunciado un nuevo plan de ahorro por valor de 6.000 millones de euros y un ambicioso programa privatizador. Pero no basta. El FMI insistió en que, sin más reformas, Grecia incumpliría su objetivo de déficit.
Además de los sucesivos apretones en el cinturón que amenaza con ahogar a los ciudadanos de los países, los rescates también tienen en común unos elevados tipos de interés, superior al 5% en el tramo correspondiente a la Comisión Europea. Y una incapacidad manifiesta para frenar las presiones de los mercados: la prima de riesgo supera con mucho los niveles en los que estaba cuando se anunció el rescate. Grecia ha pasado del entorno de los 500 puntos básicos a los 1.349 del viernes e Irlanda roza ya la barrera de los 750.
¿Se ha aprendido algo de los errores del caso griego? ¿Si ha fracasado, también lo harán los planes de Irlanda y Portugal? "Seguramente", responde tajante Pastor. Más optimista es el consejero delegado de la consultora Roland Berger. "Grecia no logró crear en la sociedad un sentimiento de urgencia colectiva. Los irlandeses y los portugueses sí nos hemos dado cuenta de la importancia de las reformas", asegura. Queda por ver si estos ajustes que Bruselas y Washington considera necesarios no acabarán por ahogar el crecimiento.
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