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Columna
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Poderes terrenales

Joaquín Estefanía

Desde hace meses, si se pregunta en cualquier sondeo a los ciudadanos europeos quién manda más, si su Gobierno o los mercados, contestan de modo mayoritario que estos últimos. Y sin embargo, paradójicamente, castigan en las urnas a los Ejecutivos, sean del signo que sean, por la gestión de la crisis. Veremos si este aserto se consolida hoy en las elecciones municipales y autonómicas en las 13 comunidades en las que están convocadas. Emerge con mucha fuerza un poder fáctico: el del poder económico, que está echando un pulso al poder político.

Este poder económico es el que ha estado más presente en las movilizaciones que desde hace una semana se han multiplicado en la geografía del país. En el manifiesto redactado en la Puerta del Sol en la madrugada del miércoles se dice que la democracia que quieren "se opone al descrédito paulatino de las instituciones que dicen representarla, convertidas en meros agentes de administración y gestión, al servicio de las fuerzas del poder financiero internacional". Más allá del tono panfletario del manifiesto, los redactores del mismo coinciden con las tesis -nada panfletarias- que defiende el prestigioso jurista italiano Luigi Ferrajoli en uno de sus últimos libros, titulado Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional (editorial Trotta). Esos poderes, "libres de límites y controles, tienden a concentrarse y a acumularse en formas absolutas: a convertirse, a falta de reglas, en poderes salvajes". El Movimiento 15-M ha tenido el mérito de contribuir a desvelar algunos de estos resortes que debilitan la democracia y poner el foco de atención sobre ellos.

Practicar dos lógicas distintas, la de los mercados y la de los agentes sociales, genera esquizofrenia

El 9 de mayo de 2010, el Gobierno español entró en una reunión de ministros europeos de Economía con una política económica y salió con otra. El Ejecutivo y su presidente no supieron explicárselo a la ciudadanía, que a partir de ese momento les dio la espalda en los sondeos (es cuando se amplía la horquilla entre el PSOE y el PP, hasta ese momento contenida pese a la profundidad de la crisis) y manifestó la falta de confianza en la gestión de las dificultades por parte de quienes las administraban. El Gobierno entra en una esquizofrenia al tener que aplicar al tiempo dos lógicas distintas: por una parte, responder a las urgencias de los mercados, que le exigían una política de fuerte ajuste, y por la otra, a la necesaria negociación con los partidos, dado que no disponía de mayoría absoluta, y con los agentes sociales, que muchas veces demandaban soluciones antagónicas a las de los mercados.

Será muy sugerente observar el desarrollo de esas movilizaciones imprevistas. Casi terminada la II Guerra Mundial, se fundó en Roma un movimiento -que luego fue partido- denominado L' homo qualunque (el hombre cualquiera), compuesto por ciudadanos sin expectativas que sufrían las consecuencias de situaciones adversas generadas por otros. L' homo qualunque fue un grito de desesperación que se extinguió pronto, ingresando sus miembros en la extrema derecha antisistema. Para que no ocurra lo mismo ahora.

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