La herejía de Strauss-Kahn
Dominique Strauss-Kahn, el director del Fondo Monetario Internacional que ya ha dimitido, al que se consideraba el futuro del socialismo francés, el hombre cuya batuta ha dirigido la orquesta de rescates financieros de los últimos años, se encuentra estos días en el punto de mira de la sociedad global. Su presunto pecado: agredir sexualmente a una trabajadora del lujoso Sofitel New York Hotel de Manhattan.
La noticia ha dado la vuelta al mundo, y su foto, esposado y saliendo de comisaria, ha sido portada de todos los periódicos. Todos claman al cielo por la imperdonable herejía del hombre al que se le encomendó la titánica y noble tarea de salvar al mundo de la peor crisis económica desde el crack del 29.
Durante su mandato pocos han cuestionado que se pasease en un Porsche por las calles de París después de imponer severos ajustes sociales a países en situaciones críticas como Irlanda o Portugal. Y pocos han cuestionado que llamase "generación pérdida" a la de todos aquellos jóvenes que hoy, en mitad de la tempestad, intentamos seguir buscando un futuro: el nuestro y el de todos.
Desconozco los hechos exactos que le han llevado al banquillo y, desde luego, no le prejuzgaré por ellos. Ojalá tenga un juicio justo y ejemplar. Justicia y ejemplo que él nunca brindó al frente de una institución, el FMI, cuyo cometido -entre otros- es el de erradicar la pobreza, no generarla con arrogancia e impúdica ostentosidad.
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