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Crítica:JAZZ | Soft Machine
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

40 años después

Llevaban casi 40 años sin tocar en Madrid, que se dice pronto. Hasta anoche, Soft Machine había recalado en nuestra ciudad una única vez. Año 1973. Escenario: la discoteca M&M de la calle Béjar, más conocida como el Templo del Rollo (y de los enrollados).

Entre el público que acudió a escucharlos aquella vez, hubo quien accedía por vez primera en su corta vida a un concierto de verdad: yo mismo. El asunto me costó quedarme a pan y agua durante un mes. Sin embargo, valió la pena. Casi cuatro décadas más tarde, aquí estamos todos de vuelta. Ellos, sobre el escenario; servidor, cual corresponde, a pie del mismo. Algunas cosas han cambiado. De aquellos Soft Machine queda John Marshall a la batería y nadie más. El guitarrista, John Etheridge, entró en la banda un par de años más tarde. Roy Babbington, por aquellos días, ejercía de bajista de refuerzo en los discos de la banda. Theo Travis, el saxofonista, ni siquiera había nacido.

Soft Machine, versión 2011, reproduce los vicios de un género, el jazz-rock, demasiado dado a las demostraciones de destreza, y no pocas de sus virtudes. Las que llevaron a que algunos descubriéramos, gracias a ellos, la existencia de la música de jazz. Lo mejor: hoy como ayer, Soft Machine sólo se parecen a Soft Machine. La banda que alguna vez fue tenida como la contrapartida jazzística a Pink Floyd, salvando las distancias, conserva una extraña capacidad para generar climas subyugantes a partir de muy poco. Una miajita de rock psicodélico, un toque de free jazz. Júntese una cosa y la otra y se tendrá la música de Soft Machine.

En su concierto del viernes en Clamores Jazz, los herederos de la marca interpretaron una decena de temas, entre clásicos y de nueva factura. El personal, como es de rigor, celebró más los primeros que los segundos. Añádase que el local registró una notable entrada sin llegar al lleno, lo que acaso pueda acharase al precio de las entradas, 25 euros, algo excesivo para los tiempos que corren, como a la concurrencia del concierto con los sucesos de la Puerta del Sol.

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