#noseenteran
O mucho me equivoco, y si me equivoco lo empezaré a comprobar este domingo por la noche, o lo de las #acampadas y #democraciareal no es comparable con las concentraciones del 13-M (como amenaza Intereconomía). Ni con las de Egipto (como dijo la BBC), aunque quizás algo con las de Islandia. Es decir, que no supondrá un revulsivo de movilización electoral, ni la sustitución de una tiranía consentida por lo que ya se verá qué sea. En todo caso, son un avance en la conciencia ciudadana de que ya está bien. Pero entre mi escepticismo privado y la ceguera que los grandes partidos (en su versión 2.0 y en Galicia) muestran hacia ese fenómeno hay tanta distancia como entre Cedeira y O Bolo.
Mientras la redes sociales hervían de controversias sobre la oportunidad de la protesta, de propuestas organizativas, de apoyos (@a_lo_gonzo: "Pres. de Círculo de Empresarios dice que sus objetivos son los de los manifestantes. Habrá querido decir que sus objetivos son los manifestantes") y de conspiranoias sobre su origen, la cibercampaña en Galicia era un plácido oasis de actos, convocatorias y autobombos. Todos, salvo los nacionalistas, que reiteraban consignas como "concentrarse es legal, en Tahrir y aquí". Incluso el candidato coruñés @xmcarril entró en el Facebook de #acampadacoruna para expresarles su apoyo y dejar en sus manos si presentarse por allí. "Mejor no, no es nada personal", le dijeron.
Entre los socialistas, @jlopezorozco reflexionaba: "Creo que es importante dar mi opinión sobre todo lo que está ocurriendo". En realidad, contestaba ("creo que efectivamente hay políticos que deben acercarse más a la gente y a sus problemas reales") a una seguidora suya de Facebook que le reprochó su silencio. Feijóo, por los medios de toda la vida, emitía una opinión no menos tradicional: por un lado "comprendía" a los indignados y por otro criticaba que la policía no desalojase las concentraciones.
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