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Reportaje:

La huella azul de Yves Klein

Una muestra reúne por primera vez los vídeos de las 'performances' del artista

"Yves Klein, artista pintor, cinturón negro 4º dan de yudo, diplomado por el Kodokan de Tokio". Así firmó el artista francés el manifiesto titulado La superación de la problemática del arte, publicado en 1959 con motivo de una exposición colectiva en Amberes en la que no mostró nada: solo un espacio vacío que bautizó como "zona de sensibilidad pictórica inmaterial". Conocido por sus célebres monocromos -muchos de ellos pintados con azul YKB, el color que él mismo patentó-, Klein (Niza, 1928-París, 1962) fue también un pionero del arte del performance. "Fue un artista total que se dio cuenta de que ser artista era algo más que pintar cuadros", explica el galerista Adolfo Cayón, que ha reunido en su espacio seis vídeos de acciones de Klein. "No se trata de una mera filmación del acontecer de un creador, sino del vídeo como medio y fin de creación", puntualiza. Quizás la primera performance conocida de Klein fuera también la más ambiciosa. En 1948 se repartió el mundo con dos amigos, Claude Pascal y el escultor Arman. Ellos se quedaron la tierra y el aire, mientras que Klein se apropió del cielo de Niza y lo firmó. Más tarde realizó otras acciones que, estas sí, dejaron huella material. En El minuto de la verdad sometió a una pintura azul al fuego de 16 bengalas y también soltó 1.001 globos azules en Saint-Germain des Prés, acción que bautizó como Escultura aerostática. Las invitaciones de esta doble intervención, que realizó en mayo de 1957, se enviaran con un sello azul YKB en lugar del timbre legal.

En su acción inaugural, en 1948, se apropió del cielo de Niza y lo firmó

"Al haber rechazado la nada, descubrí el vacío", declaraba Klein en un tiempo en el que llevó tan lejos su relación con la inmaterialidad que incluso la llegó a vender. Junto con su galerista, definió las condiciones de la cesión de sus "zonas de sensibilidad pictórica inmaterial": el cliente pagaba en oro contra la entrega de un recibo; si lo destruía, Klein arrojaba la mitad del metal al Sena y el cliente adquiría la plena propiedad de la "inmaterialidad", pero si el recibo no era destruido, Klein se quedaba con todo el oro.

De otra de sus preocupaciones, el rastro de lo corpóreo, nacieron sus famosas antropometrías, performances en las que el artista, actuando como una suerte de coreógrafo, dirige el movimiento de unas modelos desnudas que, a modo de pinceles vivientes, se impregnaban de pintura para luego dejar su rastro en un gran lienzo. Las antropometrías -cuya ejecución se puede ver en los vídeos de la exposición- son el rastro del vacío que exploraba Klein, el mismo al que se lanza en el famoso fotomontaje que publicó en otra de sus performances: Dimanche, le journal d'un seul jour, un diario que se vio en los quioscos un solo día, el 27 de noviembre de 1960. "¡El pintor del espacio se arroja al vacío!", escribió en el pie de la fotografía.

Según Cayón, el yudo, la otra pasión de Klein, influyó en sus preocupaciones artísticas: "La influencia del cuerpo, el contacto de un cuerpo con otro, los elementos no materiales... todo eso tiene que ver con la práctica de esa arte marcial". Klein vivió en Madrid en dos periodos, en 1951 y en 1954, y ese arte marcial fue su medio de vida. En 1954, de la mano del director de su club, Fernando Franco de Sarabia, hijo de un impresor, editó en Madrid dos volúmenes de monocromos, Yves: Peintures y Haguenault: Peintures, su primera producción artística pública.

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