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Elecciones municipales y forales

¿Y si Olano y Bildu no pactan?

El PNV abre la puerta a un posible acuerdo con el PSE para garantizar "una legislatura de gestión" - Guipúzcoa, banco de pruebas para el nacionalismo

Guipúzcoa parece acostumbrada a las emociones fuertes. Y el 22-M no será una excepción. La especial configuración de este territorio, identificado con una mayoría sociológica nacionalista pero que hace apenas cuatro años conoció la victoria del PSE-EE en las Juntas Generales (Miguel Buen) y Ayuntamiento de San Sebastián (Odón Elorza), adquiere ahora una sugestión especial con la sonora irrupción de la izquierda abertzale histórica.

Precisamente la presencia de Bildu convulsiona las previsiones antes y después del paso por las urnas. De entrada, porque rehabilitará el voto nulo y reordenará la representatividad del nacionalismo. Tras el 22-M, porque se configurará como un actor con respaldo suficiente para condicionar la estrategia del futuro gobierno foral, obligado, además, a exhibir hasta dónde llega su implicación con el entramado institucional

Los 'jeltzales' descartan ofrecer el acuerdo "a quien dice a todo que no"
El GBB antepondría la imagen de gestión a la apuesta soberanista

El PNV asume que Bildu viene a las Juntas Generales para convertirse en su enemigo directo. En las urnas, también lo es el PSE-EE, su verdugo hace cuatro años, y que ahora parece consolidar su posición en los tiempos más adversos, pero la auténtica preocupación jeltzale tiene otro matiz y, sobre todo, se proyecta hacia el futuro: ¿a qué perfil político le obligará su gobierno en minoría? Es a partir de aquí donde toma cuerpo la idea de que Guipúzcoa se asemejará a ese laboratorio para ensayar el nuevo marco de relaciones políticas, que se asoma, además, sobre un horizonte sin violencia.

Así las cosas, y sobre la base de una supuesta victoria el domingo que le obligue a iniciar conversaciones para la formación de gobierno en la Diputación guipuzcoana, Markel Olano, y con él el GBB, tiene despejada la duda principal: sólo se dejará acompañar en el viaje por quien le asegure "una legislatura de gestión". El PNV, "por responsabilidad", no está dispuesto a comprometer las principales acciones estratégicas del territorio - Pasajes, aeropuerto, incineradora, intermodal, infraestrcuturas- con quien "dice a todo que no". En otras palabras, la opción Bildu queda desvirtuada de antemano, aunque Martin Garitano tenga la confianza de que "el PNV nos llamará" una vez se analicen los resultados.

Descartada por tanto esta confluencia, surge el siguiente escenario que, lógicamente por su configuración, sacudiría el ámbito de las actuales relaciones políticas porque vendría a recuperar, en un territorio como Guipúzcoa, la colaboración entre el PNV y el PSE-EE. Los jeltzales, a pesar de que vienen soportando la idea matriz de su campaña en la acumulación de fuerzas abertzales, admiten sin tapujos, en paralelo, que "necesitan" de un "sujeto político con músculo" sobre el que compartir las actuaciones estratégicas hasta 2015 para evitar así el fundado riesgo de paralización del territorio que asomaría con un gobierno foral débil.

Si se produjera esta previsible entente, Bildu ya habría rentabilizado su estrategia, obstinada en desplazar al PNV en este territorio hacia perfiles nacionalistas menos soberanistas que le permitan ensanchar su posición predominante en el ámbito abertzale. Pero si así ocurriera, en el GBB no se sentirán condicionados por esa mirada de corto alcance ya que está decididos a anteponer su propósito de asentar con solidez las bases de una acción de gobierno y así unirse a la idea de "cauce central" que viene propugnando Iñigo Urkullu. Con esta redimensión del ansia soberanista que se identifica tradicionalmente con Joseba Egibar, tomaría cuerpo la imagen de "procurar gestión" y entonces la figura de Markel Olano cobraría especial dinamismo, precisamente en el inicio del debate sobre sus futuros cargos internos.

Mucho antes, el PNV habría tenido que convencer a Miguel Buen de que sus propósitos son de verdad más una cuestión de programa que de ideología. Y no será una negociación fácil, fundamentalmente porque el candidato socialista, ahora mismo, no les cree.

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