Los tópicos de Feijóo
En los últimos días de la campaña electoral, Feijóo parece empeñado en avalar la preocupación expresada en su día por el viejo Galbraith cuando afirmaba que en política, como en economía, nada es seguro en ella salvo la certeza de que los que no saben harán firmes predicciones. Y eso es precisamente lo que hizo el presidente de la Xunta en un acto electoral celebrado en Vigo el pasado fin de semana, cuando proclamó que su modelo consiste en construir unos poderes públicos pequeños cuyo principal cometido sería prestar eficaz apoyo a la economía privada.
Es bien sabido que una de las exigencias básicas para servir eficazmente a los poderosos, y hacer pagar los costes de la crisis a los más débiles y desfavorecidos, consiste precisamente en defender una limitación general de los poderes públicos en la economía. Hablando vulgarmente, el Estado es visto por los ricos y poderosos de este mundo como una carga; ninguna declaración política en los últimos tiempos ha sido tan reiterada ni tan ardorosamente aplaudida por los neoliberales como la necesidad de sacar el Estado de las espaldas de la gente. Esa necesidad de aligerar o eliminar esa carga, y con ella los impuestos correspondientes, es artículo de fe de los sectores reaccionarios en todas partes. Pero para ser útil a este fin, la doctrina necesaria no ha de estar sometida a ninguna prueba empírica seria. No necesita siquiera ser convincente. Lo importante es que haya una doctrina alegable a mano; es esta disponibilidad y no la sustancia lo que importa. Y a esa corriente de pensamiento, o lo que así se denomina, parece haberse apuntado Núñez Feijóo.
Con sus discursos, el presidente abona la tesis de la oposición de que el PP tiene un programa oculto
Pero, claro está, cuando un dirigente político con responsabilidades de gobierno proclama la necesidad de reducir los poderes públicos, debe especificar qué funciones deben reducirse, y en qué cuantía. Y si tenemos en cuenta que el 75% del presupuesto gallego lo configuran la sanidad pública, la educación y los servicios sociales, es lógico pensar que serían estos conceptos los que sufririrían recortes en beneficio de la iniciativa privada. Y, por tanto, el presidente de la Xunta no debe extrañarse que, ante semejante propuesta, la oposición denuncie la existencia de un programa oculto del Partido Popular, y la flagrante contradicción que existe entre el discurso de Feijóo y la crítica al PSOE por lo que el PP califica como el mayor recorte social en la democracia española.
En todo caso, por si lo del programa oculto fuese cierto, conviene recordarle a Feijóo que el gasto social en nuestro país apenas alcanza el 20% del PIB mientras que el promedio europeo se sitúa en el 27%, con el agravante de que el nuestro ha venido disminuyendo desde 1993, año en el que representó el 24% de la riqueza nacional. En educación el gasto público es de los más bajos de Europa. Las consecuencias son la baja calidad de nuestra escuela pública y el alto índice de fracaso escolar. En sanidad, con un gasto público muy alejado de la media europea, los resultados son las interminables listas de espera que amenazan con destruir tanto la eficacia como la equidad del sistema. Estas restricciones presupuestarias sitúan a nuestro país en los últimos lugares en número de camas por 100.000 habitantes y en una de las naciones con mayores porcentajes de sida, tuberculosis, venéreas y otras enfermedades infecciosas. En materia de pensiones estamos todavía muy alejados de lo que sucede en los países de nuestro entorno y en los servicios de ayuda a las familias nos encontramos a distancias siderales de las naciones más avanzadas de la UE, lo cual limita la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y condiciona decisivamente la revitalización demográfica.
Países como Alemania, Suecia, Holanda, Dinamarca o Finlandia son los que salen mejor parados en todos los estudios, tanto desde el punto de vista de la eficiencia como desde el de la equidad. Estas naciones, desafiando todos los tópicos neoliberales que predica Feijóo, han venido creciendo a buen ritmo, conocen altas tasas de inversión y, sin embargo, tienen los sistema de protección social más desarrollados del mundo. Todo ello con una baja inflación y sin déficit público apreciable hasta ahora. Son también los países mejor integrados internacionalmente y su comercio exterior representa en torno al 34% de su PIB. Nada de esto dijo el presidente Feijóo en su sermón neoliberal de Vigo. Convendría, pues, que fuese más preciso en su propuesta. A ser posible antes del 22 de mayo.
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