Negri y los Carmona recuerdan a un mito
Mario Pacheco era "un sabio tímido y genial", como lo definió ayer el guitarrista Pepe Habichuela. Pero también sabía guardarse ases en la manga. Pudieron comprobarlo Germán Coppini y Teo Cardalda, cabecillas de Golpes Bajos, en una lejana noche viguesa de 1983. Pacheco acababa de fundar la discográfica Nuevos Medios y, tras escuchar la maqueta de Malos tiempos para la lírica en el programa de Jesús Ordovás, cogió un avión a Vigo para persuadir a aquellos dos jóvenes de la contracultura gallega. Se citaron en una sandwichería, les habló de "independencia y espíritu libre" y terminó diciendo: "Si os he convencido, traigo aquí un papel. Es un contrato. Firmad y grabamos juntos". Firmaron.
El libérrimo espíritu del madrileño Mario Pacheco, fallecido el pasado 25 de noviembre a los 60 años; el recuerdo de su mirada azul, las conversaciones infatigables y su melomanía abrumadora presidieron ayer el recuerdo que sus artistas le brindaron en el paraninfo de la Complutense, dentro del Universimad. Mario odiaba darse importancia y bromeaba con que solo le convocaban para "contar batallitas", pero él se inventó a los "jóvenes flamencos" (Ketama, Pata Negra, Ray Heredia, La Barbería del Sur), concibió alianzas impensables (los Carmona con Toumani Diabaté en Songhai), albergó el ala más alternativa de la movida (La Mode, Vainica Doble), difundió el jazz exquisito de ECM y nos enseñó quién demonios era Morrissey y aquel grupo de Manchester, los Smiths. Y eso por no hablar de su faceta como fotógrafo, siempre con una cámara Rolleiflex: solo por sus imágenes de Jimi Hendrix en La isla de Wright y la portada de La leyenda del tiempo, de Camarón, ya tiene hueco en la historia.
"Yo era un chiquillo de 16 años cuando me grabó el primer álbum de La Barbería", rememoraba ayer El Negri. "Por entonces los únicos flamencos con buenas ventas eran Las Grecas y Manzanita, pero él nos dio libertad y confianza. E intervenía muy poco: solo para quitar elementos innecesarios, partes sobreproducidas. Quería que sonásemos naturales, a nosotros mismos", comentó.
El primero de aquellos nuevos flamencos fue el más veterano, Pepe Habichuela, con A Mandeli (1983). "A mí me daba mucho miedo grabar en solitario", confesaba ayer don José, "porque en aquella época ya había discos muy bonitos de guitarra. Lo hice porque Mario insistió y se puso muy pesado. Siempre tiraba p'alante con un par de huevos, y nunca se lo agradeceré lo suficiente: A Mandeli lo terminé tocando por medio mundo".
El percusionista Tino di Geraldo, responsable de discos propios o junto a Carles Benavent y Jorge Pardo, reclamaba ayer "un monumento o algo" para Pacheco en Madrid. Más de 1.000 personas bailaron y disfrutaron con la música que apadrinó Pacheco. Raimundo Amador rescató Bolleré, El Negri interpretó Buscando sabor y los dos se aliaron con Antonio Carmona para una versión maravillosamente caótica de Vente pa' Madrid. En la segunda parte, Teo Cardalda recuperó Quien no corre, vuela.
Y en lo ancho de la explanada, en un segundo plano, una elegante octogenaria de inconfundibles ojos azules sonreía. "Yo no sé nada de fotografía ni de flamenco", reconocía Concha Villarejo, "pero he oído cosas tan lindas sobre mi hijo en estos seis últimos meses que me emociono".
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