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Crónica:GIRO | 9ª etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Contador ilumina el Etna

Un magnífico ataque a siete kilómetros de la cima del volcán le vale al español para ganar la etapa y ponerse la 'maglia' rosa

Carlos Arribas

El Giro comenzó en Tropea y siguió en la cima del Etna, a 1.892 metros de altitud, a la sombra de una mole gris y deforme hecha de basalto y ríos de lava secos, una cara llena de granos, protuberancias como cráteres, cubierta en sus metros más elevados, a más de 3.000, allí de donde surgen fumarolas y nubes amenazantes de ceniza, por una capa blanca que parece espuma de afeitar mal aplicada, a chorretones, o, si habláramos de un panettone monstruoso, de azúcar glace vertido a la buena de Dios.

"Ah, el Ventoux negro", dijo Franco Bitossi, cuore matto, cuando ganó allí en 1967, estremecido por las corrientes de aire que jugaban con los pobres ciclistas, los insensatos que se habían atrevido a desafiarlo por primera vez, sus meandros larguísimos en curva de ballesta, su desnudez oscura, misteriosa, en los últimos kilómetros, por encima de los bosques de pinos jóvenes.

A 40 kilómetros de la meta, como estaba previsto, cogió una bicicleta más ligera
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"Ah, el Etna. Qué foto más bonita habrá salido allí arriba", dijo Alberto Contador, que acababa de aplicar al Giro y al pie de la letra la profecía pesimista de Carlo Levi acerca del sur de Italia. El Giro está en manos del Etna y el Etna, ayer, está en manos de Contador, ergo...

La subida al Etna, más temida por su longitud (20 kilómetros, oficialmente, aunque se empieza a subir regularmente 44 kilómetros antes del Refugio Sapienza, que marca la línea de llegada), que lleva a la desesperación ante lo interminable a aquellos que sufren, y por sus vientos traicioneros, negros, que por su dureza intrínseca (su rampa media es del 6%), fue domesticada por Contador, iluminada su cara negra por la agilidad y limpidez de su pedalada en un ejercicio en el que se mezclaron, en dosis justas, la planificación, la preparación científica del momento y el instinto, el genio único del ciclista de Pinto, capaz de atacar en el momento en el que nadie lo esperaba (y teniendo en cuenta, para aumentar la dificultad del problema, que todo el mundo, tras el aperitivo de Tropea, la banderilla, estaba esperando, temiendo, el plato principal, la estocada).

Lo esperaban Nibali, Scarponi, Purito, Arroyo, Kreuziger, Menchov y Anton, todos los que habían ido de la mano hasta ayer, y llegó cuando menos lo esperaban, a siete kilómetros de la cima, el ataque triunfal más largo jamás llevado a cabo por Contador en una subida en una gran vuelta.

El ataque (unas decenas de metros de pie sobre la bicicleta, sprint furioso con buen desarrollo antes de sentarse, meter una marcha más llevadera y mirar atrás para calcular los daños) contuvo a la vez la frescura y el descaro del que le llevó en Plateau de Beille (a dos kilómetros de la cima) a la victoria en el Tour de 2007, el arrojo de su victoria en el Angliru en la Vuelta de 2008 (a cuatro kilómetros), el riesgo y la decisión del de Verbier (a cinco kilómetros), su obra maestra hasta el momento, en el Tour de 2009.

El ataque se lo debía a sí mismo, la recompensa por todas las miserias que le ha hecho vivir el asunto del clembuterol y su positivo en el pasado Tour, un caso todavía pendiente de resolverse. El ataque se lo debía al Giro, la carrera que ganó en 2008 sin imponerse en ninguna etapa (incomprensiblemente, cogió fama en Italia de calculador: ¡si acababa de llegar de la playa y tuvo que hacer frente a fenómenos de la naturaleza como Riccò y Sella!). "Una victoria especial en un puerto mítico", dijo Contador; "he dudado en algún momento por el viento. He corrido un buen riesgo, pero ha salido bien". Y añadió: "No lo he hecho para demostrar nada. Simplemente, miré las caras de los demás y vi que no estaban bien". Ganó la etapa, levantó el puño, logró 20 segundos de bonificación y, además, aventajó en 50s a Nibali (ahora, a 1m 21s en la general), Arroyo (a 1m 37s) y Kreuziger (a 1m 41s); en 59s a Anton (a 2m 21s); en 1m 7s a Scarponi (a 1m 28s), el único que intentó aguantar locamente su ataque; en 2m 16s a Menchov (a 3m 18s), y en 2m 21s a Purito Rodríguez (a 3m 34s).

"Lo hablamos la noche anterior y por la mañana, antes de la salida, lo hemos vuelto a ver", dice Bjarne Riis, su director; "si estás dispuesto a atacar, si lo haces, hazlo en lo más duro, en el 8%, entre los kilómetros ocho y cinco para la meta".

Antes, a 40 kilómetros de la llegada, como estaba previsto, Contador cambió de bicicleta y tomó una más ligera, mejor para la subida. Lo hizo de forma cuidadosa, dejando la que usaba bien apoyada en un muro. Montó y, rápidamente, Riis, tras apartar al mecánico, que debía recoger la bici, le dio el empujón que le volvió a poner en marcha, dispuesto a todo.

"Cuando se da la circunstancia, hay que aprovecharla", dijo Riis, que no teme que sea demasiado pronto coger el liderato en la novena etapa, a falta de dos semanas (en sus cuatro anteriores grandes victorias, Contador siempre se puso líder, para no dejar de serlo, al final de la segunda semana, entre la 14ª y la 15ª etapas). "No cambia nada ser líder o no. Ahora vienen tres etapas en las que podemos dejar la fuga y luego la montaña más dura. Esto no está ganado. Tenemos que estar tranquilos y atentos. Esto es largo y duro", advirtió.

El pelotón, ayer, con el Etna de fondo.
El pelotón, ayer, con el Etna de fondo.FRANCK FAUGERE (AP)

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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