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Columna
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Redactor jefe

Juan Cruz

La vida necesita un redactor jefe.

Es decir, un tipo que ponga orden en la afluencia de información. Y no solo eso, un tipo que ponga orden en la afluencia de ocurrencias.

Ahora que empieza la época de las campañas electorales se impone la necesidad de un tipo que ponga orden en la afluencia de ocurrencias.

En un periódico, el redactor jefe es una figura clave. No es exactamente como Lou Grant, el mítico redactor jefe de la serie que llevaba su nombre. Pero de todos los redactores jefes que he visto en la televisión, incluyendo el que sale en Primera plana, Lou es el que más se asemeja a lo que creíamos que era un director de Redacción cuando soñábamos con vivir en este oficio, que no es lo mismo que vivir de este oficio.

Lo cierto es que el redactor jefe es uno de los más esforzados eslabones de un periódico, pues ha de lidiar con la información y la ocurrencia, y ha de limar al periódico, antes de que este se acerque a sus tramos finales, de las oquedades que se producen en todo flujo informativo.

Ahora que se ha puesto en marcha, con una virulencia altísima, la campaña electoral española, he pensado en que una figura como esa podría eliminar muchos de los exabruptos que ahora llenan la pantalla, los micrófonos, las columnas y los mítines. Un redactor jefe de campañas no estaría mal.

Se me ocurrió, es cierto, en un momento concreto de la campaña, cuando el presidente valenciano Francisco Camps explicó por qué José Luis Rodríguez Zapatero no era una persona de fiar. Algunas semanas antes, sin que la campaña avalara su exabrupto, dijo que Zapatero "es una mala persona". Es probable que luego se diera cuenta de que había sido demasiado directo, y que había expresado su opinión sin dar demasiados argumentos que explicaran tamaño insulto. Y entonces buscó en el baúl de sus propios recuerdos para explicar que él sí es buena persona porque tuvo el cariño de sus cuatro abuelos, mientras que al presidente del Gobierno le faltó desde niño ese calor que el abuelo desprende de manera natural, siempre que esté vivo, claro.

Era muy mezquina la apreciación, pues mucha gente vivió sin abuelos y es tan buena persona, al menos, que Francisco Camps. Lo que este no debió anotar en las chuletas de los mítines que da es que al abuelo de Zapatero lo fusilaron en la guerra incivil (digámoslo como lo decía Juan Marichal).

Ese atrevimiento del presidente llamando a Zapatero mala persona y subrayando luego la falta de calor de abuelo como explicación de una personalidad que él detesta se resolvería con la existencia de un buen redactor jefe de campañas que limara los fallos de los que incurren en veredictos tan insólitos y barriobajeros.

En el caso de Camps, el Lou Grant político tendría un trabajo ímprobo, es cierto, pero es que a veces a los redactores jefes se les acumula el trabajo, sobre todo cuando los redactores son incapaces de preguntar alrededor por los datos que requieren sus juicios para que tengan algún valor. En este caso, Camps no solo fue ofensivo, sino que además resultó ser un indocumentado. Y un tipo así no merece entrar en una Redacción. Por eso no me pareció mal que no le diera una entrevista a EL PAÍS, porque no merece entrar en una Redacción. -

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