Sobre viudas y filósofos
Mi gozo en un pozo, y por partida doble. Me había hecho ilusiones de mejorar mi estatus a partir de las primeras informaciones acerca de la "mansión" de Bin Laden. Si aquella destartalada casona con aspecto de puticlub de carretera, perdida en la lejana Abbottabad, torrada al sol de justicia y sin wifi, ni aire acondicionado, ni metro a la puerta, se valoraba en un millón de dólares, quizás mi sencilla vivienda chamberilera podría reportarme algún día alguna satisfacción económica. Pero mi topo en Standard & Poor's (también allí los tengo) me devolvió a la realidad al explicarme que, con la emoción del ajusticiamiento (llamémosle así), a los asesores de la Casa Blanca se les había ido la mano en la propaganda. Lo de la esposa despiadadamente usada como escudo y lo del lujoso palacete binladino (sólo les ha faltado hablar de orgías sacrílegas con huríes y vino manando de grifos de oro) formaban parte de la misma patética táctica de demonizar aún más al demonio (insultando de paso la inteligencia del personal) para hacerlo más odioso. Menos mal que se apiadaron de él y (según explican) honraron (vaya esquizofrenia) su cadáver antes de deslizarlo dulcemente al mar color de vino. El segundo chasco me lo llevé con la icónica foto de la Situation Room. La mirada no se me fue a la señora Clinton (que no lo había pasado tan mal desde el asunto Lewinski), ni a las otras doce personas (había al menos dos más, pero fueron castigadas por Pete Souza, el jefe de fotógrafos de Obama, y no se les llega a ver del todo), sino a los cuatro ordenadores que ocupan la mesa central: para mi sorpresa, ninguno de ellos era un Mac, de modo que, contra lo que pensaba hacer, he decidido no cambiar de portátil. Si en casa del hombre más poderoso del planeta se siguen usando pecés (¡vaya publicidad para Hewlett Packard!), en la mía también. Por lo demás, la noticia del apiolamiento binladino me sorprendió inmerso en La náusea, un libro que leí por primera vez cuando quería ser existencialista. Ahora vuelve a reeditarlo Alianza, en la vieja (y mejorada) traducción de Aurora Bernárdez, primera esposa y albacea de Julio Cortázar. La idea de releerlo me vino al enterarme de la próxima publicación (en Ariel) de Cómo ser un existencialista, de Gary Cox, una especie de libro de autoayuda filosófica que leí en un aeropuerto (esperando interminablemente) y que tiene su pizca de gracia. Claro que, como quizás recuerde alguno de mis improbables lectores, mi héroe existencialista favorito no es Antoine Roquentin, el amuermado biógrafo que protagoniza la novela (1938) de Sartre, sino Sam Spade, el taciturno sabueso de El halcón maltés (Dashiell Hammett, 1930), que sabe que construir la propia existencia requiere elecciones difíciles y pechar con ellas de acuerdo con un exigente código ético privado (de ahí que decida entregar a la mujer de la que se ha enamorado). Hammett caracterizaba así a su detective en uno de los prólogos que escribió para la novela: "No quiere ser un erudito que resuelve enigmas, al modo de Sherlock Holmes; quiere ser un tipo duro y astuto, capaz de cuidar de sí mismo en cualquier situación, capaz de conseguir lo mejor de cualquiera, ya sea criminal, inocente o cliente". Si desean conocerle mejor, lean Todos los casos de Sam Spade (RBA), que incluye la citada novela (también publicada por Alianza) y los tres únicos relatos que protagonizó. A su lado, Roquentin es pura idea.
Viuda
Invasión Borges en las librerías españolas. Lumen acaba de publicar en tapa dura la Poesía completa y los Cuentos completos, y DeBolsillo seis volúmenes de su obra en formato económico (incluido el doble Inquisiciones y Otras inquisiciones, que reúne dos obras publicadas en 1925 y 1952). La irrupción de esas reediciones podría tener que ver con que el próximo 14 de junio se conmemora el 25º aniversario de la muerte del escritor, pero con María Kodama, que es su única y universal derechohabiente, nunca se sabe. Lo cierto es que la belicosa dama (escribir sobre ella se ha convertido en un auténtico riesgo) ha encontrado la horma de su zapato en Andrew Wylie, el superagente literario que se encarga de gestionar los derechos mundiales del argentino. En español, y durante un periodo renovable (siempre que los editores se porten convenientemente), los sellos que pueden publicarlo son los del Grupo Random House y Emecé, la histórica editorial argentina que pertenece a Planeta desde 2002. Eso no significa que la señora Kodama no pueda inventarse otras posibilidades de explotación de la marca "Borges" (excluyendo lo relativo a los frutos secos, con los que, por ahora, no tiene nada que ver), como demuestra la reedición de la antología de Cuentos memorables (Alfaguara), que reúne los 12 relatos que (según Kodama) más le gustaban a JLB. Alianza Editorial decidió renunciar a publicar en bolsillo el corpus borgiano cuando comprobó que no le iban a salir las cuentas si accedían al enorme anticipo que les pedía Wylie por la renovación de los contratos: el agente norteamericano sigue empeñado en la catastrófica (para las editoriales) convicción de que un anticipo (muy) alto es la mejor garantía del compromiso del editor con la backlist o fondo de un autor, ignorando el hecho de que no todos los libros se venden por igual. De modo que ahora, y hasta el verano, que es cuando deben retirarse obligatoriamente de las librerías (los que no se hayan agotado), los borges de Alianza podrían convivir con los de DeBolsillo (luego se convertirán en rarezas y pasto de librerías de viejo). Por lo demás, MK ("la viuda, la elegida, la guardián", según el diario Clarín) sigue controlando, reordenando, reestructurando y suprimiendo a su gusto la obra de su marido (un ejemplo: en la Poesía completa, sigue censurado el poema 'Al despertar de un sueño', que JLB dedicó a Viviana Aguilar), como saben casi todos los que, en algún momento, han querido hacer una edición crítica de la obra de Borges (que se lo pregunten, por ejemplo, a Jean Pierre Bernès, responsable de la edición de La Pléiade). La presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges (Ginebra) no es la única viuda derechohabiente que gestiona su herencia con mano de hierro (por aquí hemos conocido a otras), pero no cabe duda de que es la más temible. Al menos hasta que se rompa su matrimonio de negocios con el "chacal" Wylie, que hoy es su más eficaz aliado.
Bomba
El 6 de agosto de 1945 Tamiki Hara se encontraba en Hiroshima, lo suficientemente lejos de la explosión como para salvar la vida y lo suficientemente cerca como para comprender -y sentir profundamente- su alcance y significado. De aquella experiencia surgió Flores de verano (1947), un conjunto de tres intensos relatos que constituyen otras tantas miradas -antes, durante, después- sobre lo que aquel viento espantoso aniquiló para siempre y sobre el horror que trajo consigo. Tamiki Hara, que ya era escritor antes de aquella mañana, había nacido en 1905, pero solía decir que, en realidad, había venido al mundo aquel día terrible. En 1951 decidió que ya había vivido bastante y se arrojó al paso de un tren.
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