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Reportaje:FÚTBOL | 36ª jornada de Liga

De vuelta a la cruda realidad

Hace dos semanas la Real Sociedad y el Zaragoza eran los protagonistas del torneo al batir, respectivamente, al Barça y al Madrid; hoy se juegan buena parte de la permanencia

El último futbolista, utilero, masajista o técnico que cerró el vestuario del estadio Bernabeu el pasado día debió de decir algo irreproducible. No se sabe, pero se intuye que en aquel instante el Zaragoza era lo más cercano a aquella final de la Recopa de 1995, cuando el gol de Nayim. Se sentía salvado después de ganar al Madrid y dar la 13ª campanada de fin de temporada. Era un guion imprevisto en un momento desagradable.

La Real Sociedad, tres horas después, probablemente ni cerró la puerta del vestuario tras voltear al Barça en el marcador y derrotarle, dos asuntos de una complicación supina. Hacía muchos cursos que Anoeta no vivía una explosión de júbilo similar a la de aquel día. Puertas abiertas, bocas abiertas.

Lasarte: "Todo pasa por lo que hagamos nosotros. Si alguien nos ayuda, mejor"
Aguirre: "El que esté abatido y tenga miedo o dudas no puede jugar"

Lo que ninguno de los dos equipos, agobiados, acuciados, sabían es que la habían liado parda e inconscientemente habían subido el listón de la salvación hasta el punto de afectarle a su gaznate en Primera. Fueron juez y parte de sí mismos y ahora se enfrentan en Anoeta en un duelo con apariencia de cadalso cuando hace unos días se sentían los rompecorazones en el universo futbolístico.

Curiosa coincidencia. Su éxito fue su peligro, bien es verdad que por su decadencia ante Osasuna (el Zaragoza) y frente al Valencia (la Real Sociedad, liquidada en 30 minutos).

Pasado el oropel, queda la heroica. El destino les ha juntado después del éxito y el fracaso con el miedo en el cuerpo.

La ley de dependencia es el argumento más recurrente, el único, entre dos equipos que vienen de un pasado glorioso y un presente dudoso. El descenso no sería la puntilla, pero el aguijón, cuando menos, sería doloroso, si no venenoso, vistos sus apuros económicos.

Martín Lasarte, el de la Real, y Javier Aguirre, el del Zaragoza, son dos entrenadores tranquilos en los despachos y volcánicos en el campo. Por eso coinciden. Ambos quieren depender de sí mismos si el cadalso asoma a sus pies. "Todo pasa por lo que hagamos nosotros. Si alguien nos ayuda, mejor", decía ayer Lasarte. Línea positiva, espíritu optimista, evitar el suicidio, combinado de mensajes para no inquietar a la tropa, pero midiendo el grado de hielo que les rebaje la temperatura. Un cóctel extraño en el que nunca seguramente pensó cuando derrotó al Barça y todo Anoeta se dio por satisfecho.

Aguirre piensa lo mismo, o parecido, más agobiado porque parte dos puntos por debajo de su oponente. "Sería bueno volver de San Sebastián dependiendo de nosotros mismos", dijo ayer. Es decir, victoria y evasión. "El que esté abatido y tenga miedo o dudas no puede jugar", afirmó Aguirre, repuesto del mazazo que le propinó su exequipo, Osasuna, el domingo y que casi convirtió el triunfo en el Bernabéu en una anécdota.

Probablemente ambos pensaban que el de hoy iba a ser un partido de trámite para certificar las matemáticas y ahora se ha convertido en el primer juicio oral de su futuro. Las entradas a la venta se han agotado en Anoeta. El dueño del Zaragoza, Agapito Iglesias, se acercó al entrenamiento para animar a la tropa. Las peñas mañas acudirán a Anoeta como si de una final se tratara mientras la Real agota las localidades a la venta y espera también una afluencia masiva de sus abonados.

Es un partido inesperado para la Real, que hace unos meses aún soñaba con Europa, luego se vio salvada y finalmente apurada, coincidiendo casualmente con la lesión de Joseba Llorente. El Zaragoza ya midió el precipicio desde el primer momento. Fue habitando en sus estancias, con una creciente contestación interior a los actuales gestores, y apelando a Aguirre, tras acuciarse económica y deportivamente.

Duelo de titanes... venidos a menos, asustados, con las campanadas de sus pequeños éxitos doliendo en los oídos.

Los jugadores del Zaragoza celebran su victoria sobre el Madrid en el Bernabéu.
Los jugadores del Zaragoza celebran su victoria sobre el Madrid en el Bernabéu.CRISTÓBAL MANUEL

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