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Reportaje:MUNDIAL DE F-1 | El retrovisor

Una protección indestructible

Los cascos han pasado de ser casi un complemento decorativo a salvar la vida a los pilotos

Oriol Puigdemont

El Gran Premio de Hungría de hace dos temporadas constató el altísimo nivel de protección que ofrecen los cascos. En la sesión de clasificación del sábado, Felipe Massa recibió el impacto de un muelle de acero de 800 gramos que había saltado del Brawn de Rubens Barrichello. Massa circulaba a más de 250 kilómetros por hora, y el golpe se produjo en la zona más débil, en la hendidura de la visera. El muelle llegó a perforar la carcasa y, además de causarle un fuerte traumatismo que le mantuvo fuera del resto del campeonato, le dejó la cara marcada de por vida. El brasileño salvó el ojo y la vida gracias a la tecnología que los fabricantes emplean hoy en día, nada que ver con la de hace 40 o 50 años.

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Los primeros cascos rígidos aparecen incluso antes. Más que protecciones eran ornamentos. Uno de los primeros que pasó a la historia fue el que empleaba Alberto Ascari, en los inicios del Mundial, a mediados del siglo pasado. Se trataba de un Herbert Johnson fabricado en resina, que en su interior iba forrado de cuero y pesaba menos de 700 gramos, la mitad que los actuales. El mentón quedaba al descubierto, incorporaba orejeras y era un derivado del que utilizaban los soldados. Ascari le acopló unas gafas Polaroid idénticas a las de las fuerzas aéreas norteamericanas.

En los años sesenta, los cascos no evolucionaron demasiado. Su principal función era evitar que el corredor sufriera lesiones si recibía el impacto de alguna pieza, algo habitual. Los más famosos, como los de Graham Hill, se fabricaban en fibra de vidrio y pesaban unos 1,2 kilos. En comparación con el Ascari proporcionaban mayor protección lateral y del cogote, pero también dejaban el rostro al descubierto. Esto último no se solucionó hasta las 500 Millas de Indianápolis de 1968, en las que Dan Gurney se convirtió en el primer piloto en correr con un casco integral: el revolucionario Bell Star, precursor de los actuales modelos.

Desde entonces, la Federación Internacional del Automóvil ha ido endureciendo los controles y el protocolo de homologación de los cascos, que se han vuelto casi indestructibles.

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