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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La reforma que no fue

Los liberales británicos tenían grandes esperanzas en el referéndum, primero desde 1975, que debía decidir sobre el cambio del sistema usado tradicionalmente en las elecciones a la Cámara de los Comunes, que beneficia a los dos grandes partidos. La posibilidad de sustituirlo por otro que alumbrara un Parlamento más equilibrado -vale decir con más liberales- fue el argumento principal que llevó hace un año a la formación de Nick Clegg a integrarse en un Gobierno de coalición con los conservadores de David Cameron, sus rivales ideológicos, pese a que los tories ni querían ni quieren un cambio contra el que han hecho campaña hasta el último minuto.

Pero a los británicos no les gustan los Gobiernos de coalición -el actual es el primero desde la II Guerra Mundial- y los resultados del referéndum y las elecciones locales son un serio aviso en este sentido. Los liberales son los grandes derrotados. No solo permanece intacto el sistema electoral -first past the post-, sino que al partido de Clegg, como suele sucederles a los más pequeños en las alianzas, se le carga también en buena medida con el mochuelo del descontento por los drásticos recortes en el gasto público para contener un déficit desbocado.

Es poco probable que los malos resultados del tercer partido británico hagan descarrilar el programa de austeridad o lleven a una ruptura anticipada de la frágil entente gubernamental; entre otros motivos, porque su directo beneficiario sería la oposición laborista. Tampoco parece en peligro inminente el liderazgo de Clegg, sin rival serio entre los suyos. Pero si tras la jornada del jueves a la coalición le esperan tiempos difíciles en Reino Unido, para los liberales el clarinazo es definitivo. Tendrán que ser mucho más explícitos en la defensa de sus principios y en la recuperación de su identidad perdida, es decir, más independientes, si no quieren verse abocados a la irrelevancia.

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