_
_
_
_
Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Tran Le Xuan, la Lucrecia Borgia vietnamita

Fue primera dama durante el régimen de Ngo Dinh Diem

María Antonia Sánchez-Vallejo

La convención que rige la elección de necrologías en un periódico implica que el difunto haya destacado en algún campo concreto y que su experiencia o contribución al mismo sea notoria; luego el obituario podrá ser más o menos lisonjero, ensalzará al finado o, a veces, ofrecerá un contrapunto crítico si esa vida ejemplar no lo fue tanto, o lo fue con matices. Ngo Dinh Nhu, conocida como Madame Nhu (Hanoi-1924-Roma, 2011), es una excepción a la regla: no tuvo oficio conocido ni contribuyó de ninguna manera a la mejora de la humanidad, aunque sí destacó sobremanera en un ámbito, el del ejercicio del poder absoluto. Sin llegar a ser una figura histórica, sí puede decirse que fue obra de su tiempo, el del convulso paso de la Indochina upper class al horror igualitario de la guerra de Vietnam.

Retoño de la postrera aristocracia local, hija de un acaudalado empresario y de una princesa, Tran Le Xuan (Hermosa Primavera, su nombre de soltera) fue la esposa de Ngo Dinh Nhu, hermano y consejero político de Ngo Dinh Diem, el primer presidente de Vietnam del Sur (1955-1963). Ya convertida en Madame Nhu, devino una especie de primera dama oficiosa dada la soltería de su cuñado. Todos quienes frecuentaban al inicio del mandato la mansión presidencial de Saigón caían rendidos a sus encantos: vestida siempre con el ao dai (el favorecedor traje típico femenino del país), moño chignon y doble vuelta de perlas al cuello, cautivó -o embaucó- a sus huéspedes occidentales, en especial a los estadounidenses, que creyeron ver en ella una Juana de Arco asiática. Así la llamaron al principio, arrobados ante su magnetismo, hasta que la acumulación de poder, sus múltiples manejos y su desprecio por los derechos humanos le valieron otro apodo, este definitivo: la Lucrecia Borgia oriental. Frases como "el poder es maravilloso, el poder absoluto es absolutamente maravilloso" no contribuyeron a granjearle nuevas simpatías.

Sobrenombres no le faltaron: también era conocida como Lady Dragón, un injusto cliché, con ecos de película de serie B, que personifica todas las maldades posibles en una mujer oriental. Porque Madame Nhu parece un personaje sacado de la literatura o el cine: la estética que proyectaba en sus días de gloria está en la línea de las heroínas del director taiwanés Wong Kar Wai; sus argucias palaciegas darían para muchas tramas.

Tran Le Xuan, que murió en el exilio en Roma a los 87 años, creció rodeada de sirvientes entre caprichos, despotismo y clases de francés y ballet. A los 18 años se casó con Ngo Dinh Nhu, de una poderosa familia mandarín. Budista de educación, se convirtió entonces a la religión de su marido, un catolicismo furibundo hasta el punto de prohibir por decreto el divorcio, el aborto y la contracepción. Como el twist le parecía una "actividad insana" también lo declaró fuera de la ley.

Vietnam se desgarraba cada vez más entre el Norte, comunista, y el Sur, apoyado por Estados Unidos. Su marido maniobraba en la sombra, entre clanes, familias mafiosas, traficantes de opio y grupos religiosos, una amalgama que constituía el poder real del país. Para hacer frente a los comunistas, Madame Nhu creó un cuerpo paramilitar femenino, el Movimiento de Solidaridad de las Mujeres, con unos pocos miles de efectivos. La cuñadísima desvió grandes sumas de dinero para la milicia, que solo destacó por sus vistosos desfiles en honor de su capitana, para regocijo de los fotógrafos.

La crueldad de Madame Nhu quedó patente cuando, tras la inmolación de varios monjes budistas en protesta por la brutalidad del régimen de Diem, pidió mostaza para disfrutar de "la barbacoa". Y lo hizo con luz y taquígrafos: en una carta a The New York Times escribió: "Aplaudiré cuando vea otro espectáculo de barbacoa de monjes; una no puede ser responsable de la locura de otros". Más tarde acusó a los religiosos de falta de patriotismo por prenderse fuego con petróleo importado.

Comentarios de ese tenor la hicieron caer definitivamente en desgracia, pero no tanto como el incremento de los ataques de la insurgencia comunista, que se sustanciaron en el bombardeo por dos pilotos rebeldes del palacio presidencial en 1962. Un año más tarde, con más monjes quemados a lo bonzo, emprendió una gira promocional por EE UU para lavar la imagen del régimen, con tan poca fortuna que ni siquiera su padre, embajador en Washington, quiso recibirla.

Madame Nhu se hallaba en Los Ángeles en noviembre de 1963 cuando fue informada del golpe de Estado que acabó con el régimen de los hermanos Nhu, que se refugiaron en el barrio chino de Saigón; de allí salieron muertos. Lady Dragón no pudo volver a recoger su amplio guardarropa de ao dai ni sus collares de perlas; sus hijos recibieron autorización para dejar el país y se reunieron con ella en París, en un apartamento con vistas a la Torre Eiffel. Empezaban así cuatro décadas de exilio, primero en la Costa Azul y luego en Roma, y un paulatino olvido de las cámaras y los titulares, a los que un día el poder y la gloria de esta mujer cegó como a las polillas la luz.

Tran Le Xuan, Madame Nhu, en una imagen de 1963.
Tran Le Xuan, Madame Nhu, en una imagen de 1963.AP

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_