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Elecciones municipales
Columna
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Albiol y Trias, por la senda de Sarkozy

Enric Company

La mera eventualidad de que CiU pueda ganar las elecciones municipales en la ciudad de Barcelona y el PP pueda vencer en las de Badalona es en sí misma una rigurosa novedad. Lo será más si lo logra, claro está, pero el simple hecho de tener una opción viable como la que indican los sondeos previos es ya un cambio muy importante. Desde la restauración de la democracia, las derechas no habían tenido posibilidades reales de hacerse con la alcaldía de Barcelona. CiU destinó a esta batalla lo mejor de que disponía en cada momento: Xavier Millet, Ramon Trias Fargas, Josep Maria Cullell, Miquel Roca, Joaquim Molins y, por último, Xavier Trias. Todos sucumbieron en el empeño. Y no digamos el PP, un partido irrelevante en el panorama político municipal catalán de las últimas décadas.

El PP y CiU avanzan en áreas de voto de izquierdas adoptando el discurso de la derecha francesa contra los extranjeros

Todo apunta a que en Barcelona y su área metropolitana está en trance de ocurrir algo parecido a lo que sucedió hace ya bastante tiempo en Madrid y, antes, en importantes ciudades de Francia e Italia que eran cabeceras de zonas industriales y, por consiguiente, obreras. El voto de izquierdas, tradicionalmente repartido entre candidatos socialistas y comunistas, se debilitó, se dispersó inexorablemente a partir de la crisis y el hundimiento del modelo soviético, y dio paso a mayorías de centro derecha que han sabido consolidarse y han dado pie a mapas políticos muy diversificados.

La particularidad de Barcelona y su área metropolitana radica en que los gobiernos municipales de izquierda surgieron en 1979 de la transformación en voto político de los potentes movimientos vecinales. Lo que ahora sucede es que está dejando de ser operativo el recuerdo de los alcaldes del franquismo, de su urbanismo salvaje, de los clamorosos déficits de equipamientos en los barrios y ciudades en que se hacinaban los trabajadores y la inmigración procedente de las zonas rurales del sur español. No es ya relevante, entre otras cosas, porque tres décadas de gestión municipal de la izquierda han transformado tanto estos barrios y ciudades que, desde luego, las preocupaciones de sus vecinos son otras. Los años no pasan en balde. Aquellas batallas ya no son las de hoy, en una sociedad en la que la industria pierde peso relativo y cuando en la construcción y los servicios del turismo, durante tantos años destacadísimas fuentes de empleo, trabajan centenares de miles de inmigrantes no españoles, la gran mayoría de los cuales no vota. El electorado tampoco es el mismo, además, porque una parte del que caracterizaba los distritos obreros de Barcelona y su cinturón suburbial se ha trasladado a entornos mejores, menos densos; otra parte regresó a sus lugares de origen, otra envejeció y falleció, y otra se derechizó o se tornó sensible a ciertos discursos de la derecha.

Las nuevas argumentaciones de la derecha en estos medios remiten a las agitadas inicialmente por la ultraderecha de Jean Marie Le Pen y luego por Nicolas Sarkozy en Francia y por la Liga Norte y los sucesivos Polos de Silvio Berlusconi en Italia. Con ellas consiguieron que se rompieran las mayorías de izquierda en los cinturones rojos de las áreas industriales de sus respectivos países: que los extranjeros inmigrantes hacen bajar los salarios, quitan puestos de trabajo a los locales, se llevan los subsidios, provocan inseguridad, la izquierda es débil ante los extranjeros, etcétera.

Esta prédica, con sus ribetes racistas si por medio andan magrebíes, subsaharianos y gitanos de los Balcanes o Rumanía, lleva ya algunos años oyéndose en Cataluña. El candidato de PP en Badalona, Xavier Garcia Albiol, se ha convertido ahora en su especialista y a ello fía una eventual victoria. Pero el primer alcalde de izquierdas que cayó por estas causas fue el de Manlleu, hace ya dos mandatos municipales.

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Lo que en Barcelona parece llevar en volandas a la derecha, en este caso encabezada por Xavier Trias, es la política del no basada en un conservadurismo sui géneris que se niega a sí mismo como tal, pero que sintoniza con el discurso de Albiol y cuando llega al Gobierno, como acaba de hacer en la Generalitat de la mano de Artur Mas, lo primero que hace es bajar los impuestos a los más ricos y recortar servicios sociales. No al túnel del AVE. No a poner la Diagonal al día. Aquí no cabemos todos. Gobierno fuerte, etcétera. Esto es lo que avanza ahora mismo en un área urbana que lleva 30 años de gobiernos locales progresistas. Puede cambiar la geografía electoral catalana.

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