Chiribitil
Estaba yo con el protagonista de la novela que leo en un burdel cuando la casualidad de la historia confluyó con la visita de un cura al prostíbulo para encontrar una joven con la que desfogar. Se trata de un libro sobre la Barcelona del siglo XI, una época turbulenta del medievo, que recrea las tensiones entre nobles y plebeyos, así como los enfrentamientos entre la corte y la iglesia. Justo en el momento en el que llegué al capítulo del prostíbulo, la televisión ponía un reportaje sobre la boda real en Londres, a la vez que en una esquina de la pantalla se anunciaba otro especial sobre la beatificación de Juan Pablo II. Ni que decir tiene que no fue por el burdel, pero ciertas semejanzas me provocaron un momento extraño. La ficción de la novela y la realidad de la televisión coincidieron en un mismo espacio temporal. Mi libro del siglo XI y las noticias del siglo XXI eran ambas de una época medieval.
No es la primera vez que me ocurre. Leo en casa, muchas veces, con la televisión encendida, ya que la vida tiene tanto ruido que nada se hace en silencio. Hace varias semanas mientras leía un libro sobre la China comunista salió Zapatero en televisión anunciando que empresarios de este país iban a invertir una millonada para darle liquidez a los bancos y a las cajas de ahorros. Volví a tener otro momento extraño. La historia ya no era como me la habían contado siempre. Ahora resulta que son los líderes de una dictadura comunista los que ponen el dinero para salvar los excesos del sistema capitalista. Un siglo de pensamiento político dispar e incluso enfrentado se mezclaba ahora en un mismo modelo económico.
Me encantan las palabras que un día sirvieron para llamar a cosas que ya no existen. También esas otras que apenas utilizamos y que aparecen en algunos libros. En la novela sobre Barcelona, encontré el otro día una palabra sonora y deliciosa: chiribitil. Su significado lo intuí por el contexto, pero el exacto lo pongo aquí: desván, rincón o escondrijo bajo y estrecho. El mundo sigue avanzando lleno de contradicciones y sinsentidos, pero pareciera que los ciudadanos estuviéramos esperando descubrir como termina este lío agazapados en un chiribitil.
El paro se asoma a los cinco millones, tituló este periódico en su portada del sábado. Uno de cada cuatro de ellos, más de 1,2 millones, son andaluces. Tres provincias de la comunidad están entre las que tienen mayor tasa de desempleo de España y formamos parte igualmente de las que disfrutan de un 50% de paro entre los menores de 25 años. Nada de ello ha impedido que el viernes estuviéramos de boda real, el domingo de beatificación papal, ayer celebrando la muerte de un terrorista y hoy esperando un partido de fútbol. Escondidos en el chiribitil, siempre que en el desván haya un televisor a mano.
Cinco millones de parados debería ser una revolución, mayor incluso que la tecnológica. La realidad virtual, que está cambiando el mundo, está todavía en el 2.0, mientras que la realidad real está alcanzando el 5.0 en España. Al igual que en mi novela sobre el medievo, que cuenta las reuniones de los notables para mantener un estatus con el que agrandar sus fortunas, las únicas reuniones que han existido de los grandes países para afrontar la mayor crisis económica de la historia se celebraron para salvar a la banca y sus negocios. O sea para mantener el estatus. Un hecho que demuestra que el mundo, a lo largo de los siglos, ha cambiado menos de lo que, en principio, puede parecer.
Aunque el asunto no tiene nada que ver, me hubiera gustado contarles con detalle la historia del cura en el prostíbulo. En la novela, sin embargo, el autor zanja el capítulo justo en el momento en el que entra en el habitáculo con la joven. Nos pasa igual, casi siempre, con los líderes políticos y la crisis. Nos ponen los dientes largos, pero luego nos cuentan solo la mitad.
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